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Gimnasio literario para gordos

Gimnasio literario para gordos

Franco Félix

Acerca de Pandora de Liliana Blum

He abandonado el gimnasio, como el cobarde capitán que abandona su barco antes que las mujeres y los niños en pleno hundimiento. Todos se han ahogado a la mierda. Es decir, todos, los otros chicos que siguen ahí en el Total Gym pataleando sobre aparatos misteriosos que hacen crecer músculos desconocidos. Naden todo lo que quieran, bastardos, nunca llegarán a la orilla. He fracasado, por enésima vez, en el proyecto de mejoramiento físico. Y es que, hace un par de semanas, mientras comía palomitas y veía la película Howl de Rob Epstein sentí un disparo de vergüenza. Allen Ginsberg, interpretado por James Franco, lucía bastante delgado y guapo. Uno de los fotogramas presentaba a este joven Ginsberg de espaldas a Peter Orlovsky sobre una banca con tanta delicadeza y derroche de estilo, los escritores no la banca, que llegué a pensar que se trataba de uno de esos molestos anuncios de Youtube con publicidad del perfume Calvin Klein. Pensé: “Qué absurdo es Hollywood. Seguro que los beats no estaban tan estilizados”. Puse pause al filme. Para comprobar mi teoría fui a Google y escribí sus nombres. Puse Allen Ginsberg y, a la mierda, me arroja un cavernícola con anteojos, melena y barba larga. Ahora sí se pasaron, Hollywood. Y caigo en la cuenta que estoy juzgando al viejo Allen después de todos esos años en LSD. El algoritmo de Google es mucho más ingenioso que yo y ofrece una sugerencia “Allen Ginsberg Young”. Click. Hijo de puta, es mucho más guapo que mi tocayo James Franco. Incluso, en una fotografía lo comparan con Johny Depp. Allen Ginsbergo uno, James Franco cero. Peter Orlovsky Young gana también con su pelito de Johny Bravo. Uno más, para no joder el cálculo inferencial: Jack Kerouac parece el maldito James Bond contemporáneo. Su parecido con Daniel Craig es alucinante. Los restos de palomitas en mi boca arden confusamente con el veneno de sus calorías. Acaricio mis lonjas disimuladamente, como si alguien fuera a verme. Me doy vergüenza incluso a mí mismo. Soy gordo. La idea viene como un puñetazo de sabiduría. Debo hacer ejercicio y bajar de peso si quiero ser un buen escritor algún día. Me inscribo en el Total Gym. Dos semanas después lo abandono. Liliana Blum me debe la mitad de la mensualidad. Hagamos cuentas.

Liliana Blum ha escrito un libro fascinante. Pandora, un manifiesto profundo sobre la complacencia y el silencio, la incomunicación. En esta novela, pergeñada en aproximadamente diez años, según cuenta su autora, se explora el feederism, una parafilia que parece inventada. Leo el texto de una sola sentada y lo coloco junto a la computadora. Me pregunto si es verdad, si es cierto que existe tal cosa. Voy a Google (debe existir una enfermedad también para mí porque busco todo ahí, tal vez se llame idiotez, no nos compliquemos) y tecleo “feederism”. Los resultados son abundantes. Abro uno de los links.

La página se llama “Asco de vida”. En el foro una chica llamada McKenna, escribe el pasado 23 de septiembre de 2013:

La semana pasada mi novio me confesó que le ponen las chicas que están un poco más que rellenitas, bastante gorditas. Ahora no sé si me dice que soy “guapísima” porque soy la excepción de su fetiche o porque soy su sueño hecho realidad. ¡Asco de vida!

Los otros usuarios de la página le dan ánimos. “Lo importante es cómo te veas”, “Tu novio te quiere, qué más da”, “El amor supera las lonjas”, etcétera. Hay uno que llama mi atención. Garrapato responde: “Después de leerlo varias veces, me sigue sin quedar claro. Te explicas como un libro cerrado”. Miro el libro de Liliana. También está cerrado. Pero a diferencia de la buena McKenna, las cosas han quedado demasiado claras. Las personas en este mundo estamos bien jodidas de la cabeza. Trato de ver a McKenna, sigo su firma electrónica, pero no hay fotografía. Han pasado dos años desde 2013. A estas alturas, ya debe ser la gorda ideal de su novio.

En Pandora, de Blum, se deja ver este comportamiento obsequioso con el amante. Todos desean complacer al otro. Todos quieren darle un poco de sí mismos al amante. Pero hay una complicación básica. “No hay relación sexual”, decía el viejo Lacan. Y es que el problema es justo ése que evidencia el libro de Liliana Blum. Nunca somos otra cosa sino el deseo del otro proyectado en nosotros mismos. Somos un objeto de deseo que no comunica con nuestra propia mente. Tú eres mi propio objeto de deseo que deposito en ti. No hay comunicación, no hay relación sexual. Sí física. No verdadera. Los personajes de Pandora tienen esa misma característica. Ofrecen su propia lectura del objeto de deseo que creen ellos mismos que son para el otro, mientras que el otro, el gran hijo de puta que no está en nuestras cabezas, tiene otros planes.

Así las cosas: Abril y Gerardo forman el matrimonio perfecto. Ella es una mujer enérgica, elegante, ama de casa, en forma, es decir, en forma ella, su cuerpo en forma, no es que haya una ama de casa en forma. O no sé. Él es un ginecólogo muy reputado, buen padre, cariñoso y dedicado. Es correcto y fiel, a pesar de que la plantilla del hospital está cargada con un ambiente sexualizado, ya saben cómo son los hospitales, esa tía de Grey y su anatomía. Vamos a eso. Todo parece una estampilla de Hallmark, una película maravillosa del canal cristiano. En realidad no sé si hay un canal cristiano con películas así. Debe. O no. Sigamos. Las cosas son casi perfectas, hasta que aparece Pandora, nuestra protagonista, una secretaria amplia, enorme, de proporciones copiosas. Una mujer gorda, retraída y simpática que hará un click con el doctor más deseado del hospital.

Inicia la bella historia de una princesa de Disney. Ah, ¿qué gorda o gordo, no hemos soñado con que un día aparezca el príncipe azul que mira esta parte inhóspita y perdida debajo de los kilos de carne y grasa? Por fin, un enamorado que no se deja llevar por las apariencias, un tipo que mira esta cosa que debe andar por ahí, la esencia, el alma, esa mierda, entre los pliegos de masa. Creo que acabo de llamarme a mí mismo princesa de Disney. Debe haber una historia parecida, un símil masculino de las princesas nazis de Disneylandia. Veamos. Google otra vez. Mezclo las palabras: Historia + Romántica + Gordo + Final Feliz. Aparece la estúpida película de 500 días de Summer. Cámbiate el nombre, imbécil Joseph Gordon-Levitt. Los obesos debemos hallar una manera de ser felices.

Sí, Liliana Blum es bastante astuta y nos convence, por un momento, que la trama tejerá un nicho de justicia poética para nosotros los gorditos. Un nicho enorme, es cierto. Que empieza a mostrar sus fisuras. No hay concavidad segura para nosotros. Toda estructura que quiera contenernos se reventará. Tendrá que reventarse un día. Y sí. El enamoramiento de Gerardo tiene un origen macabro. Una tía, un ropero, un cuerpo profuso. Me empalmo nada más de recordar esa escena que no quiero spoilear.

Abril, la esposa atormentada, se preocupa por recuperar la atención de su esposo y se obsesiona con el ejercicio. No sabe ella que con esto comete un error importante. Su hombre quiere, como al principio de la relación, carne, volumen. Sus huesitos no captan su erotismo. La vigorexia queda al descubierto. Ahí el señor Lacan: Abril cree que el objeto de deseo de Gerardo es una mujer esbelta, bien cuidada. No hay relación sexual. Esta confusión, porque Abril no sabe, no comprende los secretos de su esposo, la llevan a convertirse en una detective impresionante que terminará resolviendo el caso: la verdad es el horror. No podemos ver de frente el deseo descarnado del otro, por eso Blum elige el final devastador, porque uno no puede enfrentarse al verdadero deseo del otro. Éste debe permanecer velado, sino, tendríamos que aceptar el asco y la repulsión de nuestros más oscuros deseos. Ahí está la verdadera prueba de amor. En soportar lo Real.

Quien sí acepta lo Real es Pandora, que abraza el deseo de Gerardo. Pero Pandora también está enferma, la complacencia es un trastorno, uno muy grande y con catastróficas consecuencias. La disposición de esta mujer obesa la llevará a experimentar una de las pesadillas más atroces: ¿Cuáles son los límites del deseo? No existe. El deseo es trepidatorio. Y entre mayor es territorio del deseo, mayor su desplazamiento. El deseo en sí mismo es como un gordo, un sujeto hambriento que quiere devorarlo todo. Liliana Blum acaba por darle vida a uno de los más grandes tiranos: el Inconsciente. Este tipo, tanto en ficción como en la vida real, es un feeder, necesita alimentar y ser alimentado. El deseo es como aquel gordo de la primera novela de Foster Wallace, La escoba del sistema. Un hombre obeso que quiere ser el más gordo del mundo para poder devorar el planeta entero. Acabarlo todo. En la novela del norteamericano, el impulso es mesiánico, totalizador, a voluntad. Acá en la novela de la mexicana, su interés por engordar no sólo responde a su hambre, sino al trastorno de complacencia. Quiere dar lo único que tiene, lo que puede ofrecerle a Gerardo, proveer el oscuro deseo de su amante.  Por eso, su final será desgarrador. Concreta tus fantasías y te sentirás decepcionado. Buscarás otras. Concreta las fantasías del otro y tu final será lacerante. Ya se verá.

Los tres personajes están sometidos a la incomunicación. Y es, insisto, normal. El deseo es inarticulable. No nos atrevemos a hacer una de esas relaciones hippies en las que los dos amantes son honestos. Por favor. No. Es imposible decir la verdad. No está permitido decirle a nuestra novia:

—Qué hay, mi amor. Así que hiciste espagueti para la cena. Muy bien. Mi favorito. Espera, me iré a masturbar pensando en mi jefa del trabajo. Es que hoy llevó un escote maravilloso. Regresaré famélico, ya sabes cómo me desarmo después de eyacular.

—Perfecto, mi amor. Gracias por avisarme. Mientras follas a tu jefa en la fantasía, buscaré una botella de vino. Gracias por decírmelo, corazón. Mientras seas honesto, todo está bien. Niños, vayan poniendo los platos. Ya oyeron a su padre.

Es inverosímil. No deben ser así, amigos. Intenten no ser así de mierderos con sus parejas. Guarden secretos, sean personas saludables. Por eso, el realismo de Pandora nos provoca pavor, miedo, desesperación. Deseamos por un momento entrar en el universo narrado y cachetear a Abril, explicarle que en vez de ir a correr 15 kilómetros debe zamparse un litro de nieve con Nutella para recuperar a Gerardo. Ay, la triste huella de nuestra educación judeocristiana. Queremos salvarla a la pobre Abril. Pero nadie salva a nuestra querida Pandora, no existe un príncipe azul. Gerardo no hace otra cosa que regodearse en los placeres que le ofrece la materialización de su deseo. Ya sabemos quién saldrá bien librado aquí.

Sigo buscando información en Google sobre el feederism. Veo la lección que ofrece esta novela. Si miras de frente al deseo te vas a la mierda. Lo comprendo, Liliana. Hay aquí, una suerte de error semántico. Tu libro no me invitaba a dejar el mundo superficial de las pesas. Qué se vaya al carajo el cerebro y todas estas apreciaciones bohemias sobre el espíritu. He abandonado el gimnasio para leer tu libro, Blum, convencido de que la lectura me haría olvidarme de que soy gordo pero ahora, no quiero hacer otra cosa sino volver al viejo Total Gym. Pero también quiero seguir viendo gordos y leyendo tus libros. Es confuso y contradictorio. Aliméntanos con otra novela, chica. No te tardes diez años en volver a sacar otro texto así, o moriré de hambre.

Desde la caminadora eléctrica. A una velocidad moderada de 4.5 no sé qué. Te envío un abrazo sudoroso, gran Liliana Blum. Los gordos también te leemos.

Franco-Félix2Franco Félix. Hermosillo, 1981. Estudió Literaturas Hispánicas. Ha publicado en revistas como Vice, La Tempestad, Tierra Adentro, Nexos, Diez4, entre otras. Obtuvo la beca Edmundo Valadés de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes en 2009, la de Jóvenes Creadores en la categoría de Novela (2011-2012) y la de Residencias Artísticas México- Argentina 2014, las tres del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Fue ganador del Concurso de Libro Sonorense 2014, en el género de crónica, obtuvo también el Décimo Premio Nacional Rostros de la Discriminación Conapred 2014 y el Premio Binacional de Novela Joven Border of Words 2015, con Los gatos de Schrödinger (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015).


Posted: January 6, 2016 at 10:17 pm

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