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Trópico de Cáncer

Trópico de Cáncer

Jaime Perales Contreras

“El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo”, afirma lapidariamente Henry Miller en uno de los párrafos iniciales de su célebre Tropic of Cancer. Publicada en París en 1934 por Obelisk Press, la famosa editorial de libros “sulfurosos”. Tropic of Cancer narra los años juveniles de “The Happy Rock”, como apodaban al escritor. Miller vivía en esos años de principios de siglo XX, en Francia en casi una absoluta pobreza, como él describe su vida en la novela. Y, ahora que cumple treinta años de haber fallecido, la labor literaria de Henry Miller, cristalizada en sus libros, al parecer continúa siendo objeto de cenáculo universal.

Escrita con más soltura y menos hermetismo que sus contemporáneos, como lo fueron William Faulkner y John Dos Passos, la obra de Miller fue elogiada en sus años de inicio por autores como Samuel Beckett, quien describió a este autor como “un hito trascendental en la historia de la literatura moderna”; Lawrence Durrell, por su parte, no dudó en afirmar que “para mí Tropic of Cancer se sitúa al lado de Moby Dick…”; mientras que George Orwell se expresó sencillamente al afirmar que “aconsejo sinceramente a cualquiera que no lo haya hecho aún que lea Tropic of Cancer”.

A la novela de Miller, también se le reprende por tener un estilo desgajado y ferozmente sexista. Los capítulos de Tropic of Cancer ondean constantemente entre sus párrafos filosas expresiones sexuales que apuñalaban los ojos del lector como “fuck”, “prick” y “cunt”. Y es verdad, para muchos de los jóvenes de la época, era de las primeras ocasiones en que uno se enfrentaba a ese vocabulario de callejón a través de la literatura, que ni siquiera un Chaucer, en palabras de Georges Wickes, se “encuentran todas las palabras que se hallan en Henry Miller”. Por ello, paradójicamente, el novelista consiguió cada vez más y más atentos lectores.

De hecho, casi a la mitad de la década de los años sesenta, de acuerdo con Lawrence Clark Powell, director en ese entonces de la Biblioteca de la Universidad de California, la obra de Miller era de las más ampliamente leídas de todos los autores norteamericanos vivos, con la sola excepción de Upton Sinclair y de todos los muertos, excepto Mark Twain y Jack London.

En Tropic of Cancer deambulan a su vez con rigurosa constancia vagabundos, amantes insatisfechas, prostitutas, suicidas potenciales, asesinos frustrados, necios y frenéticos, todos ellos siempre edulcorados con algún guiño de buen humor y en donde casi siempre colapsan en la irreverencia total, como cuando Miller se describe a sí mismo con el aire antisemita que gravitaba en la Europa de aquella época: “Ya hablo como un judío. Y soy feo como un judío. Además, ¿quién odia más a los judíos que un judío?”. –La verdad es que Miller siempre tuvo la apariencia de un monje tibetano–. Si alguien tiene alguna duda de ello, Brassai lo retrató en los años treinta con su stetson característico de ala delgada echado a un lado, su gabardina de dandi francés, sus anteojos diminutos y su nariz prominente.

A su vez, como Balzac, Henry Miller animaliza a sus personajes dándole la categoría de exóticos; en alguna sección de Tropic of Cancer compara a la humanidad con piojos: “Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente”.

Al parecer, harto de la condición humana, Miller, al final de su Tropic of Cancer, se encuentra su conocida reflexión sobre ella: “Los seres humanos constituyen una fauna y flora extrañas. De lejos parecen insignificantes; de cerca parecen feos y maliciosos. Más que nada necesitan estar rodeados de suficiente espacio: de espacio más que de tiempo”.

Descrita como “perversa y morbosa”, Tropic of Cancer estuvo a su vez prohibida en los Estados Unidos por treinta años. Aquellas personas que regresaban de Europa ocultaban cuidadosamente el libro entre el equipaje. Si era descubierta por el agente aduanero, la novela era confiscada de inmediato como una droga ferozmente adictiva. Aunque, finalmente, después de una añeja censura, Tropic of Cancer fue publicada en el país natal de Miller en 1961 y que, a partir de ese año, sus libros empezaron a circular en Estados Unidos como pocket-books. En 1962, en México, el novelista Juan García Ponce, uno de sus más fervientes admiradores en lengua española, recién llegado de Nueva York después de una estancia de un año y de haber leído toda la obra del norteamericano, dictó una conferencia en la Casa del Lago sobre Henry Miller en el que en cierta manera celebró que, finalmente, Tropic of Cancer se le revocaba de ese anatema literario que había sufrido por tres décadas y que finalmente podía leerse sin remordimiento alguno.

©Todd Mecklem

Con la posibilidad de llevarse su novela al cine en la década de los años sesenta, en una entrevista a The Paris Review, Miller reflexionó sobre el séptimo arte como una frustración ante la literatura: “Lo que más deploro es que el medio de expresión del cine nunca haya sido explotado adecuadamente. Es un medio de expresión poético con toda clase de posibilidades. Piense usted nada más en elemento del sueño y la fantasía. Pero, ¿con cuánta frecuencia se nos da? Un poquito de cuando en cuando, y nos deja con la boca abierta. Y piense usted en todos los recursos técnicos que tenemos a nuestra disposición. Pero válgame Dios, apenas hemos empezado a utilizarlos. Podríamos tener maravillas increíbles, gozo y belleza ilimitados. ¿Y qué nos dan? Pura mierda”.

Tropic of Cancer tuvo sus secuelas como lo fueron Tropic of Capricorn y Black Spring, considerada la mejor de la trilogía. Después vendrían libros como The Colossus of Marussi y su famosa “crucifixión rosada”: Sexus, Plexus y Nexus en la que Miller cuenta su vida cuando recién cumplía los treinta y tres años.

En 1966 Miller en Los Ángeles sorprendió a sus admiradores al declarar, casi como si se retirara de la literatura, en una de sus exposiciones de acuarelas lo siguiente: “He escrito cuanto tenía que escribir. Creo que se ha ganado la batalla por la libertad sexual. Espero que los escritores jóvenes encontrarán algún motivo de rebeldía más importante”. Henry Miller mintió y continuó redactando su infinita autobiografía, la cual abarca prácticamente todos sus libros hasta su deceso, el cual ocurrió a los ochenta y ocho años de edad en 1980.

 

Jaime Perales Contreras. Escritor, ensayista y comunicador. Trabajó durante doce años en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la sede en Washington, D.C., en las áreas de Democracia y Seguridad humanitaria. Entre sus distinciones, ha obtenido la John William Fulbright Scholarship, la beca del Consejo Británico y la del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Se acaba de publicar una nueva edición corregida y aumentada de su ensayo biográfico Octavio Paz y su círculo intelectual (Ediciones Coyoacán/ITAM) (2017)) y su último libro de relatos se titula El gallo que fingió ser Jorge Luis Borges (Fontamara, 2015).

 

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Posted: November 26, 2020 at 8:55 pm

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