Las víctimas, los victimarios y el derecho a la defensa

Naief Yehya

10 días de mayo en Gaza

¡Israel tiene derecho de defenderse! —Grita la maquinaria propagandística más abrumadora del planeta.

Todas las naciones y pueblos tienen derecho a defenderse, excepto cuando no tienen cómo defenderse. Esa es la historia de las invasiones, el colonialismo, los desplazamientos forzados, el genocidio y el exterminio. Contrariamente a lo que su campaña propagandística presenta, Israel no sólo tiene el derecho a defenderse sino que tiene recursos en exceso para hacerlo. Sin embargo, las acciones militares de ese país no son en defensa de su supervivencia como estado sino de su estrategia expansionista y de la visión de un Eretz Yisrael que comprende todos los territorios ocupados, del mar Mediterráneo al río Jordan. La avasalladora campaña de reivindicación del derecho a la defensa propia omite el detalle de que el enemigo en cuestión no es un ejército invasor sino una población ocupada, sin ejército, ni fuerza aérea, ni marina, una sociedad apátrida sistemáticamente despojada de tierra, a la que se ha arrebatado el derecho de desplazamiento, la autodeterminación y vive sometida a las imposiciones y caprichos de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La “única democracia del Medio Oriente” clama por su autodefensa pero es también el único país de la región que rutinariamente bombardea, agrede e invade a sus vecinos.

 

En esta ocasión las hostilidades iniciaron con lo que ha sido descrito por la autoridad israelí como una disputa de bienes raíces en el barrio predominantemente palestino de Sheij Yarrah de Jerusalén este. Esta fue un área habitada por la elite de origen musulmán hasta la guerra de 1948, la Nakba palestina o el desastre del éxodo, desplazamiento y derrota.

 

El más reciente episodio en el conflicto entre Israel y la población palestina ocurrió en mayo de 2021 y culminó con un endeble cese al fuego, y ninguna posibilidad de volver a la mesa de negociaciones. En esta ocasión las hostilidades iniciaron con lo que ha sido descrito por la autoridad israelí como una disputa de bienes raíces en el barrio predominantemente palestino de Sheij Yarrah de Jerusalén este. Esta fue un área habitada por la elite de origen musulmán hasta la guerra de 1948, la Nakba palestina o el desastre del éxodo, desplazamiento y derrota. A partir de entonces se instalaron ahí numerosos refugiados que huían de la violencia o habían sido expulsados de otras zonas de Palestina por el entonces incipiente ejército israelí y las milicias nacionalistas. Sheij Yarrah fue uno de los territorios ocupados en la guerra de 1967. Un tribunal israelí determinó que daría su fallo definitivo el 10 de mayo al caso de seis de las más de 27 familias palestinas que se encontraban disputando la pertenencia de sus hogares en contra del grupo de colonos de extrema derecha, Lahav Shomron. El tribunal había aceptado como válida la compra que hizo este grupo a fideicomisos judíos que supuestamente adquirieron la tierra desde la era de la ocupación otomana. Aunque los palestinos también tienen escrituras de sus propiedades eran acusados de ser invasores de tierras. De ser legítima esta orden de reestablecer los derechos de los propietarios originales de la tierra, miles de familias judías deberían de regresar sus casas y tierras a las familias palestinas que eran sus propietarios originales y que fueron despojadas a partir de 1948. Pero la ley israelí no considera los reclamos palestinos. La decisión de elegir esa fecha en particular para anunciar su decisión en un caso que había ganado prominencia no solamente local sino también internacional fue considerada como una provocación ya que tendría lugar durante Ramadán, poco antes de la celebración del Eid al-Fitr y cinco días antes del 73 aniversario de la Nakba.

Las potencias coloniales a menudo recurren a tecnicismos legales para arrebatar la tierra a las poblaciones nativas con la complicidad de un sistema jurídico diseñado para favoreces sus ambiciones territoriales, militares y de limpieza étnica. La Corte Penal Internacional ha determinado que es un crimen de guerra que un país que tiene ocupada a una población tome, confisque o incaute propiedades así como tampoco puede hacer transferencias de individuos. Nadie puede ser tan ingenuo como para no entender que estas expulsiones son parte de una larga serie de agresiones que incluyen: revocaciones de la residencia de Jerusalén, demoliciones de casas, prohibición de reparaciones a edificios con propietarios palestino y campañas de acoso e intimidación que se llevan a cabo sistemáticamente desde 1967.

Al inicio del Ramadán las autoridades israelíes bloquearon el área donde los palestinos usualmente se reúnen alrededor de la puerta de Damasco, esta medida fue vista como una forma de acoso y hostigamiento y dio lugar a tensiones y eventualmente confrontaciones violentas. Las familias y activistas organizaron manifestaciones y actos de resistencia para impedir los desalojos. El Ejército Israelí respondió con balas de caucho, gas lacrimógeno, granadas aturdidoras y chorros de “agua de zorrillo” (una sustancia producida por la empresa israelí Odortec, que huele a una mezcla de drenaje y cadáver en descomposición, deja una peste en la piel y los objetos que dura varios días y se dispara contra manifestantes o contra las casas en las zonas donde ha habido protestas) dejando más de 250 heridos. El 8 de mayo los israelíes celebraron el día de Jerusalén, para conmemorar la reunificación de la ciudad de 1967. Usualmente las marchas por la ciudad en esa celebración dan lugar a provocaciones y agresiones a la población palestina. En esta ocasión el ejército irrumpió violentamente en la explanada de las mezquitas en un acto que sabían era una transgresión grave.

La tensión no podía haber sido mayor. La población palestina de ambos lados de la “línea verde” comenzó a manifestarse por Sheij Yarrah en un gesto de unión que no se había visto desde 2014. Esto en sí es probablemente el principal logro de estas acciones de resistencia y si bien es imposible ahora saber cuánto durará esta unión o si tendrá alguna trascendencia, vino por el momento a imponer un dilema a las fuerzas ocupadoras y a poner en evidencian que la estrategia del divide y vencerás aún no ha triunfado. Los líderes de Hamas vieron en la combinación de factores una oportunidad y lanzaron un ultimátum al ejército israelí para que evacuaran la mezquita Al Aqsa y Sheij Yarrah a las 6:00 PM. Por supuesto que ese llamado fue ignorado y Hamas lanzó la primera ofensiva de cohetes. La respuesta israelí no se hizo esperar y comenzaron a bombardear Gaza.

Hamas opera aceptando un costo humano alto entre la población palestina, lo cual puede ser visto con alarma, pero es históricamente el precio de la rebelión. Se puede no estar de acuerdo pero pretender que es algo insólito es muestra de profunda ignorancia en materia bélica o de clara hipocresía.

Como en cualquier conflicto asimétrico hay una desproporción en el uso del poderío militar, así como de los recursos de espionaje e inteligencia. Aunque la tecnología bélica de Hamas es modesta puede ser sin duda mortífera y en esta ocasión sus cohetes mostraron progresos con respecto a los usados en el conflicto de 2014. Fueron capaces de disparar más rápidamente cohetes de mayor alcance, burlando en ocasiones al domo de hierro que protege a Israel. Hamas es acusado continuamente de usar escudos humanos al ocultarse en la población. Es difícil imaginar de qué otra manera se puede pelear contra un potencia ocupadora si no es desde las calles, los edificios y las plazas que se están tratando de liberar. Gaza, como se ha dicho hasta el cansancio es una enorme prisión al aire libre con más de dos millones de presos. Hamas opera aceptando un costo humano alto entre la población palestina, lo cual puede ser visto con alarma, pero es históricamente el precio de la rebelión. Se puede no estar de acuerdo pero pretender que es algo insólito es muestra de profunda ignorancia en materia bélica o de clara hipocresía. No hay que olvidar que aunque Israel, la única potencia nuclear de la región, pretende usar bombas de precisión para limitar el daño colateral cuentan con censos precisos de la población, saben quién vive dónde y saben cuántos niños hay en cada casa. De tal forma cuando bombardean casas por la noche o sin aviso previo (algunas veces anuncian con minutos de anticipación, con una llamada telefónica, que destruirán un blanco), ya han evaluado el costo humano. De esta forma en este último conflicto asesinaron a familias completas (algunos casos: doce miembros de la familia Ouf, ocho niños y dos mujeres de la familia Hatab, los seis miembros de la familia Tanani). De tal manera en que no es un accidente que se asesine niños, mujeres o personas inocentes. Lo mismo podemos decir de la destrucción sistemática de hospitales (17 fueron arrasados, incluyendo la única clínica para Covid), tres plantas de procesamiento de agua y gran parte de la infraestructura, drenaje y electricidad, que de por sí era precaria e insuficiente. 77 mil personas fueron desplazadas, casi dos mil viviendas y comercios quedaron en ruinas, 800 mil personas no tiene acceso a agua potable. Todo es parte de un cálculo y una campaña amplia de castigo selectivo. La destrucción del edificio de 12 pisos en donde tenían oficinas la agencia Associated Press y Al Jazeera, entre otros medios informativos y departamentos privados, puso en evidencia la necesidad israelí de imponer una narrativa al conflicto, silenciar y amedrentar a la prensa. En diez días de conflicto murieron 230 palestinos, 65 de ellos niños, y 12 israelíes, dos de ellos menores de edad. Esta escalada de violencia tan sólo es equiparada por las oleadas de propaganda, hasbará, como la llaman los israelíes, en la cual Israel es siempre la víctima y el argumento del antisemitismo es usado continuamente para descalificar a cualquier crítico de las políticas colonialistas de ese país. Esta estrategia es tan exitosa que invariablemente los palestinos, cuando buscan tribunas para expresarse deben justificar su supervivencia, su humanidad y sus deseos de libertad ya que se ha logrado convencer a millones de que los palestinos son terroristas cuyo único objetivo en la vida en hacer daño a los israelíes.

Los palestinos han intentado por todos los medios proteger lo que les queda de tierra, menos del siete por ciento de la Palestina histórica, mediante las armas, atentados, denuncias internacionales, negociaciones, manifestaciones pacíficas, desobediencia civil, auto inmolaciones y la estrategia del BDS (boicot, desinversión y sanciones). Todo en gran medida ha fracasado, por lo cual la población se encuentra entre la desesperanza, la resignación y los deseos de venganza o sacrificio. Eso ha hecho popular la estrategia de Hamas, un grupo fundamentalista, considerado por muchos como una organización  terrorista y corrupta, que no es secreto para nadie, fue creado en gran medida con la ayuda de Israel como contrapeso a la Organización por la Liberación de Palestina y aprovechando la influencia creciente del islamismo militante en la población. Entre otras pruebas está bien documentada la ayuda que el ejército israelí dio al clérigo inválido Sheik Ahmed Yassin, a quien después ellos mismos asesinaron con un misil. Esta era una estrategia similar a la usada por Estados Unidos en Afganistán y otros países para desmantelar gobiernos laicos y movimientos revolucionarios y nacionalistas. Desde que Hamas tomó el poder en 2007 en Gaza ha servido como el mejor argumento Israelí para no ceder en sus planes colonialistas y por el contrario negarse a dar concesiones o a participar en negociación alguna. El ejército israelí salió de Gaza en 2005, sin embargo, ejerce una opresión burocrática sofocante, controla los movimientos de los habitantes e impone toda clase de controles y división del territorio.

Podríamos pensar que este nuevo conflicto es una iteración de más de un largo proceso de desgaste, golpeo y desmantelamiento de la resistencia palestina por medio de imposiciones legales crueles (como la separación de comunidades), destrucción de olivos, demolición de hogares, asesinatos selectivos de líderes y encarcelamientos de reporteros, intelectuales y activistas. Sin embargo, las cosas han cambiado un poco. Por un lado en el Congreso estadounidense hay por primera vez representantes dispuestos a condenar las acciones de Israel y cuestionar el envío de miles de millones de dólares en armas y logística al gobierno israelí. Es difícil que haya cambios reales en un futuro, debido al apoyo bipartita de Israel pero quizás estos representantes puedan por lo menos propiciar una discusión, cuestionamientos serios y controles sobre este enorme gasto. A esto debemos sumar que la organización israelí de defensa de los derechos humanos B’Tselem declaró: “No existe separación entre el estado israelí y la ocupación militar, de manera en que ambas constituyen un régimen de apartheid destinado a mantener la supremacía judía del mar al río”. El 27 abril de 2021 la organización Human Rights Watch, que usualmente es muy conservadora y precavida en su uso del lenguaje, declaró que “un umbral ha sido cruzado” y que era indiscutible que las autoridades israelíes eran culpables de crímenes de apartheid.

 

La verdadera amenaza [son] los “progres” ignorantes, hipersensibles o hipócritas que se solidarizan con los aborígenes. Esa era y es la visión de la supremacía blanca que considera que el extermino es una bendición y un acto humanitario ya que representa la liberación de los salvajes de una vida miserable.

 

Coda

Recientemente en estas páginas se publicó un artículo en el que no solamente se minimizaba la muerte, degradación y deshumanización sistemática de la colonización israelí sino que se le celebraba como un justo castigo contra una masa retrógrada, homofóbica y misógina. El autor culpaba al “buenismo” occidental de mostrar empatía o solidaridad con un pueblo con costumbres primitivas. No queda más que preguntarse cuál será la alternativa al “buenismo”, ¿el sadismo? ¿el anhelo de ver a una población aniquilada? Curiosamente ese artículo no mencionaba el giro en la política israelí hacia políticas cada día más reaccionarias, etnonacionalistas y abiertamente racistas e islamofóbicas. Tampoco comentaba la desaparición de opciones conciliadoras o moderadas, la negativa al diálogo, el brutal aumento de movimientos religiosos de ultra derecha y su conquista armada de las calles en Israel y los territorios ocupados. No se hablaba de los linchamientos de peatones y automovilistas palestinos, ni de las invasiones de hogares y saqueos por parte de colonos que han inmigrado (una buena parte de ellos de Brooklyn, donde vivo) con la obsesión fanática de recuperar la tierra que supuestamente perteneció a sus antepasados. En ese artículo el problema no eran los poderosos misiles que llueven sobre la población palestina (la cual no cuenta con refugios antiaéreos ni sirenas preventivas ni domos de hierro como la israelí) ni la estrategia de “cortar el césped” (que consiste en asumir como política los ataques e incursiones reiterados para degradar la resistencia de la población) sino que la verdadera amenaza eran los “progres” ignorantes, hipersensibles o hipócritas que se solidarizan con los aborígenes. Esa era y es la visión de la supremacía blanca que considera que el extermino es una bendición y un acto humanitario ya que representa la liberación de los salvajes de una vida miserable. La propaganda usada hoy es diversa y va de la desinformación a la ironía, de los mensajes machacones e insistentes a la negación de la historia. También es propaganda acallar cualquier pensamiento sensato al lanzar frivolidades obscenas con un fatalismo cínico mientras se grita: ¡Israel tiene derecho a defenderse!

 

naief-yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

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Posted: May 23, 2021 at 10:13 pm

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