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En memoria de Ángel Ortuño (1969-2021)
COLUMN/COLUMNA

En memoria de Ángel Ortuño (1969-2021)

Tanya Huntington

Tengo mala memoria. Pero si no mal me acuerdo, la primera vez que me recomendaron la poesía de Ángel Ortuño fue en el pleistoceno, que es como me gusta referirme a la época (cada vez más remota) de mi primer matrimonio. Estábamos cenando el ex y yo en casa de su hermano prosista, Antonio, quien nos regaló un poemario suyo que devoré, y que acabé perdiendo en el divorcio.

La segunda vez fue ya durante el post-pleistoceno, cuando Daniel Saldaña estaba trabajando en la Dirección General de Publicaciones y amablemente recibió a un grupo de alumnos míos de la Universidad del Claustro de Sor Juana para que pudieran asomarse al mundo editorial. Durante la sección obligada de preguntas y respuestas, uno de ellos preguntó a Daniel quién era su poeta mexicano contemporáneo favorito. Respondió de inmediato, “Ángel Ortuño. Y es más, lo estoy editando”. Estaba en vías de publicar aquel gran poemario titulado 1331.

Hasta entonces, mi admiración por Ángel seguía siendo diferida por la lectura. Nuestra amistad personal comenzó por FaceBook, lo cual parece ridículamente burgués para dos miembros coetáneos de la desafectada Generación X que fuimos punks en la juventud (Ángel lo seguía siendo de manera visible, yo de manera más incógnita.) Pero es que nadie manejaba el FaceBook como él. Desde su teclado, esa red social inventada para la élite de la Ivy League se convertía en un vehículo ideal para una poesía subversiva, cuya ironía rayaba en el sarcasmo sin recaer en él. Posteaba de manera regular versos que empleaban como punto de partida material de actualidad encontrado en el gran basurero kitsch que es el acervo digital. Y así, renovó la creación poética para que no se convirtiera en pájaro dodó de la revolución digital, sino que se mostrara capaz de surfear la ola cibernética con desparpajo.

Ángel estaba muy consciente del poder subversivo del humor. No lo consideraba como elemento de una poesía menor, sino un ingrediente esencial para la creación. A esta poesía cabría calificarla muchas veces como neodadaísta, si no fuera por el hecho de que, a la vez, se mostraba comprometida con diversas causas urgentes, como por ejemplo el feminismo. Como botón de muestra, este post suyo del 16 de julio:

Leo que “buena parte de la literatura proveniente de la sensibilidad femenina empieza a quedarse sin voces e historias originales”.
Quisiera preguntarle al anónimo redactor si la musa no se habrá cansado de cantar la cólera de Aquiles una y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez.
Probemos: “buena parte de la literatura proveniente de la sensibilidad masculina comienza a quedarse sin voces e historias originales”. Y luego, fechémoslo en la segunda mitad del siglo VIII antes de nuestra era.
¿Les parece?

Su manera incisiva de opinar siempre con humor sobre los debates culturales del momento ofrecían una alternativa refrescante al regaño moralista o desgarre de vestiduras que predominan en nuestras redes sociales. Sobre la polémica acerca de la estatua de Colón aquí en la Ciudad de México, posteó el 17 de septiembre:

Por supuesto que estoy de acuerdo en que quiten a todos esos monos relacionados con la conquista: cristos, vírgenes, santos…

Con lo cual no solo subrayaba su falta de reverencia por la religiosidad, sino que comunicaba a la vez una crítica de la cultura actual de cancelación. Una cachetada con guante de estoperoles para ambas partes, digamos. Y por supuesto, muchos frecuentábamos el Face con la esperanza de ver alguna de sus breves acciones poéticas, como este que publicó unos días antes de desaparecer de manera tan violenta, el 22 de septiembre:

SE ENDEREZAN CALIGRAMAS.
SE DESTEJE BEJUCO.
LEEMOS SU SUERTE EN RESTOS DE ARTE ABSTRACTO.
SERIEDAD ABSOLUTA Y RESULTADOS.

De lo que mejor me caía de este bibliotecario que llevaba camiseta de Motörhead sobre los tatuajes era su falta de soberbia dentro del acuario –que resulta demasiado pedante con demasiada frecuencia– de la poesía mexicana. Me deleitaba también su don para la autocrítica, de registrar las múltiples ocasiones en que hacía el tipo de ridículo que solemos hacer los chavos y chavarrucos con esmero y humor. Su autenticidad, pues, y también su humildad.

Cuando Ediciones Acapulco publicó mi Docena de sonetos para amantes distintos con traducción de Hernán Bravo Varela, escribí a Ángel para pedirle que los presentara en una librería tapatía con las manos temblorosas de una fangirl. Pensé que me mandaría a la chingada –supuse que para él, el soneto sería algo así como aquella marquesa que salió a las cinco; es decir, un formato obsoleto, no solo de flojera sino de güeva. Para mi gran sorpresa no solo aceptó, sino que resultó ser un docto entusiasta de la forma.

Le agradeceré siempre esa generosa lectura. También versos como éstos, que figuran en la Minoica (Bonobos, 2008) que publicó a cuatro manos, junto con Eduardo Padilla.

LA PLANTA IRREMEDIABLE

Trae el instrumental.
Olvídate del cromo,
nada es quirúrgico ahora.
Es de hierro y de hule
el alfabeto
que calzará los gritos.
Llegó la enfermedad. También su cura.

Ahora que nuestra amistad se ha devolucionado forzosamente de regreso a la admiración diferida por medio de la lectura, espero hallar allí la cura para la enfermedad que llegó para restarnos sin piedad a un poeta tan fresco, tan necesario para este siglo.

 

Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpienteA Dozen Sonnets for Different Lovers,  and Return. Her most recent book is Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington

 

 

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Posted: September 26, 2021 at 11:37 am

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