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Feral. ¿Cuál es “El Peor Día” cuando muere una mujer inocente?
COLUMN/COLUMNA

Feral. ¿Cuál es “El Peor Día” cuando muere una mujer inocente?

Adriana Pacheco

“Esto que lees es una colección de colectividades. La puesta en común”

Feral es el término que se usa para designar algo cruel sanguíneo, feroz, letal, un animal que acecha y ataca con furia. Gabriela Jauregui no podía haber escogido un mejor título para su primera novela, Feral (Sexto piso, 2022), en donde cuatro amigas se enfrentan a la más terrible y abominable de las epidemias que atacan a México cada día: los feminicidios y la violencia de género. Su acercamiento a este tema produce una de las obras más significativas de la época en tanto a la técnica, el ambiente y la premisa que van a una historia de cuatro amigas y el asesinato de una de ellas. Su libro hace eco de la gran cantidad de noticias sobre asesinatos que suceden a lo largo y lo ancho de ese país.

Tan solo en el mes de mayo, mi ciudad natal, Puebla, se convulsiona con la muerte de Alicia Esmeralda Islas, de tan solo 30 años, asesinada a manos de su novio. Unos días después la prensa anuncia la aparición de Tania Guzmán, de tan solo 23 años, encontrada muerta en una barraca en Michoacán. Dos semanas más tarde, una mujer también de 30 años, es rociada con gasolina e incendiada por su pareja en su domicilio en el estado de Chiapas. Solas o en grupo, como las 6 mujeres que fueron calcinadas en Celaya, estado de Guanajuato, a manos de un grupo de hombres armados en marzo de este año, las mujeres no encuentran respiro. No hay espacio seguro, no hay donde ocultarse de los perpetradores, de sus asesinos. Es como lo que la escritora argentina Selva Almada dice en su libro Chicas muertas (Random House, 2015) “Mi casa, la casa de cualquier adolescente, no era el lugar más seguro del mundo. Adentro de tu casa podían matarte. El horror podía vivir bajo el mismo techo que vos”.

En Feral, Eugenia encuentra la muerte en las entrañas de la tierra en una excavación arqueológica en Teotihuacán, lugar que seguramente fue testigo ya de toda una tradición de sangre. Las historias de ella y de sus amigas Diana, Yunen y Saratoga, se desarrollan en torno a “El Peor Día, el día en que ocurre el asesinato y en los esfuerzos de ellas por descubrir al asesino. Pero la historia va mucho más allá, en una intrincada exploración de muchos otros aspectos que tiene la muerte violenta de una mujer inocente y que muestra el compromiso de Jauregui con la escritura a la que ve como “una herramienta contra la violencia”.

La forma en que está escrito Feral nos hace pensar en la pregunta que Mónica Velásquez hace en “Literatura alrededor de la mesa: Literatura y violencia” en Hablemos, escritoras podcast, donde dice “¿Hace falta describir eso, así, con qué palabras, con qué connotaciones?”. Jauregui lo hace desde la exploración del lenguaje, de la forma, en el sentido más estético del texto, desde la palabra misma que nos lleva a lo largo de cuatro líneas narrativas que se hablan mutuamente. Una es la poesía coral característica de la tragedia griega que reúne y representa a los miles de mujeres que incansablemente cavan, escarban y buscan a sus hijas, hermanas, madres o amigas, “Versiones, y subversiones. Y las que rascamos y cuidamos somos cuerpo también. Las voces de muchas en una. Secreción y secreto. A voces”. En hablarnos a los lectores para incluirnos en la conversación.

Incorporadas. So-

mos tu cuerpo lector, tu cuerpo

escuchante. Te hablamos desde

el más allá que es aquí dentro.

En un segundo hilo recurre al género epistolar, la larga carta que Eugenia escribe en la soledad del abandono de su padre: “Te llamo Adalberto porque no sé cómo llamarte papá. Mi progenitor eres, pero no eres mi papá”. En otro hilo más, somos testigos de lo último que queda en el inventario de la muerte, en las cajas de plástico que alojan las pertenencias de las desaparecidas, en donde una vida queda contenida ahí.

[descripción de objetos contenidos en una caja de plástico sellada junto con las hojas de un cuaderno de <<visiones>>, los <<apuntes de la comuna>> y páginas del <<diario de Eugenia>> encontrados en la gruta A túnel 5]

El cuarto es el hilo narrativo que cuenta en el narrador omnisciente la historia de la cuatro y de la comuna en donde las jóvenes y sus amigos intentan seguir adelante con sus vidas, crear su propio universo y desde ahí protegerse de las historias de sus padres y de sus familias. La comuna, es el lugar de apoyo y crecimiento y de exploración del propio yo, del cuerpo y del deseo. El lugar donde es posible seguir adelante y dejar atrás a la madre que es recluida en un hospital psiquiátrico, al padre que se suicida, al total abandono, a la realidad de un país que no ha logrado resolver un problema que crece y que implacablemente las alcanza.

El día que Eugenia aparece muerta y arrojada en lo profundo de los abismos de una excavación todo se viene sobre ellas, junto con un sistema que conspira en contra de la sociedad en general. Ya Cristina Rivera Garza lo ha mostrado bien en su libro El invencible verano de Liliana, que la muerte de nuestras mujeres se extiende en el tiempo de antes, en ese continuo temor de saber que algo malo nos puede pasar; en el tiempo de la pérdida, en donde nada hace sentido; y en el tiempo de después, cuando el gran obstáculo es el aparato institucional que en lugar de hacer justicia permite que el culpable quede impune y desaparezca sin recibir el castigo que merece.

“Venimos acá para exigir que se haga justicia en el caso de Eugenia. Eugenia es mi hermana, no de sangre, pero sí de todo lo demás. No salen y no salen”

“Ese edificio se traga a las personas. Al rato las escupe”.

Los que se quedan atrás cuando una mujer muere así, nunca sanan, siempre se duelen porque la muerte queda grabada, o como pregunta Jauregui “¿En qué lugares del cuerpo se va alojando el dolor?”. En Diana, por ejemplo, el dolor está marcado en la infinidad de heridas que a lo largo de los años se ha hecho en el cuerpo, “donde escribía y era escrita”, en las cicatrices que son la memoria de sus vivencias. El dolor también está marcado en su impotencia de vidente fallida por no haber podido prever el futuro, predecir, anticipar y detener que su amiga fuera asesinada, como tampoco le ayudó a detener el suicidio de su padre. El dolor está en el sentimiento de culpa y en la pregunta constante que queda ¿por qué a ella y no a mí? como lo viven Yunuen y Saratoga.

Feral le da espacio a múltiples voces como una bellísima prueba de sororidad, que es una gran cualidad de Jauregui y su trabajo. Pues, me atrevería a decir, que ella misma es un lugar de reunión y de confluencia, o como dice Brenda Lozano en la cuarta de forros “una combinación de talento, inteligencia, empatía, un hondo compromiso político y un carisma expansivo”. Así lo hemos visto en libros que ha compilado como Tsunami 1 y 2 (Sexto piso. 2018/2020) y Monstrua. Antología de diez escritoras mexicanas (UNAM, 2022).

Este es también un libro sobre la urgencia de recordar a las niñas, jóvenes y mujeres que les han sido arrebatadas a sus padres y a sus familias. Es no permitir que queden en el olvido, como en la lista de nombres que acompaña el final y que me recuerda el poemario Killing Marias. A Poem for Multiple Voices (Two Voices Press, 2017) de la escritora salvadoreña-americana, Claudia Castro Luna, quien a partir de investigar los nombres de mujeres desaparecidas o muertas encuentra que la gran mayoría de ellas —siguiendo la tradición del “marianismo”— llevan el nombre María.

En México, la tierra como un gran útero oculta los cuerpos de miles de mujeres que desaparecen o que son asesinadas en “El Peor Día”, el día que no quisiéramos que nunca llegara. Libros como Feral las regresan a la luz.

“De pronto salimos del sueño. En el corazón del centro, en el ombligo de esa panza que alguna vez fue metrópolis y ahora es ruina pastel, capas y capas de detritus de civilizaciones y de humanos sin civilizar …”

 

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y  la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es autora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas  y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performes. Es miembro del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin.  Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

 

 

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Posted: June 7, 2023 at 9:33 pm

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