Flashback
Gonzalo Arango, padre del Nadaísmo colombiano

Gonzalo Arango, padre del Nadaísmo colombiano

Carlo Acevedo

Acusatorio, cargado de indignación, fue el tono que Gonzalo Arango mantuvo en su diálogo con la capital antioqueña a través de su texto Medellín, a solas contigo: “Yacíamos de cara al sol de la tarde mi amiga y yo, modestamente abrazados leyendo un libro de poemas. Nos apuntas con un revólver asesino porque según tu moral eso era pecado, o sea, estar allí solos y benditos de cara al cielo azul. Te empeñabas en que éramos dos delincuentes por estar allí “profanando” la estatua de yeso de nuestro querido Señor Jesucristo. […] pues estábamos muy puros leyendo a Walt Whitman esperando que cayera la noche para meternos a un montecito a… Bueno, eso a ti no te importa, vieja chismosa.”.

El afán por la homogeneidad y la intolerancia paisas, que no eran sino una de las muestras de lo que sucedía en toda Colombia en las décadas del cuarenta, cincuenta y sesenta, ayudaron a que un solo hombre pensara la primera y única vanguardia que ha sido exclusivamente colombiana: el Nadaísmo. En un acto mínimo, que nadie llegaría a pensar que tendría repercusiones nacionales, así como sucedió con la crítica despectiva que Louis Leroy hizo a los que pasarían a la historia como los fundadores del impresionismo en Europa, nació el movimiento que aspiraba a ser una herramienta revolucionaria, joven y catalizadora para la historia del país.

En 1958, apareció en la Papelería y Tipografía Amistad, en Medellín, un folleto firmado por un tal gonzaloarango. Se titulaba Primer Manifiesto Nadaísta. Esto sucedió un año después de que el dictador Rojas Pinilla se viera obligado a entregar su poder a una Junta Militar. La violencia y la polaridad que se vivía en Colombia, a raíz de la constante confrontación entre los partidos Liberal y Conservador, sirven hoy como excusa histórica, desde una perspectiva laxa, para explicar el golpe de Estado que había liderado el general en 1953. La creciente inconformidad del pueblo colombiano frente al nuevo poder estalló el seis de mayo de 1957 en un paro nacional en el que se declararon distintos sectores de la población.

Cuatro días después, en el histórico diez de mayo, cuando el mandatario anunció que dejaría el gobierno, Gonzalo Arango salió de Medellín para esconderse en Cali. El joven idealista, nacido en el municipio de Andes, Antioquia, educado por curas en la escuela primaria y en lo que logró cursar de la secundaria (según su amigo de juventud Alberto Aguirre, nunca terminó el bachillerato), hijo de padres políticamente ligados al partido conservador, estudiante de derecho de la Universidad de Antioquia (Alberto Aguirre asegura que, como buen relacionista público que era, logró entrar a la universidad sin ser bachiller), fue uno de los buscados por los opositores de Rojas Pinilla. En 1953, a sus veintidós años, se había unido al Movimiento de Acción Nacional, partido político fundado por el entonces dictador. Su debilidad por las letras, la lengua, la justicia social y su notoria inestabilidad ideológica lo condujeron a ser corresponsal del periódico oficial del rojaspinillismo, La Paz.

El período de Gonzalo Arango en La Paz fue una de las etapas necesarias en su oscilante formación personal e intelectual desde que llegó a la universidad. Fue en Medellín cuando en realidad tuvo contacto con las obras literarias y filosóficas que lo moldearían: Sartre, Mallarmé, Breton, Dostoyevski. Un año antes de entrar al periódico, había decidido que no continuaría en el mundo del derecho. Se recluyó en una finquita que su padre había comprado en el municipio de Belém. Después del hombre fue el título de la novela que escribió en ese 1952 y que jamás vería la luz del sol. Ya había reconocido su vocación de escritor.

Pero no fue sino en Cali, durante el exilio, cuatro años después de entrar al periódico, donde Gonzalo Arango cuajó el ismo colombiano, el camino que él veía imperativo para sí mismo, para los jóvenes colombianos, para La Historia (esta era su forma de escribirlo) del país. En una muestra de desapego, empezó por celebrar ese diez de mayo que derrocó a Rojas Pinilla, a pesar de que él mismo hubiera sido uno de los objetivos de la oposición. En el primer párrafo del Primer Manifiesto Nadaísta se lee que el Nadaísmo es “una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia”. Señaló, además, que para la juventud debía ser “un estado esquizofrénico-consciente contra los estados pasivos del espíritu y la cultura.”

Así, ambiguo, con un lenguaje lleno de imprecisiones, dejando un poco más claro qué era lo que rechazaba que lo que acogía, aparecieron el autor gonzaloarango y las posibilidades de su propio universo. Las siguientes 29 páginas del documento no serían sino variaciones de ese primer enunciado. El principio de llevar a cabo una revolución espiritual fue aplicado a distintos subtemas que componen los diferentes capítulos del manifiesto: Concepto sobre el artista, El Nadaísmo y la poesía, El Nadaísmo y la prosa, El Nadaísmo: principio de duda y de verdad, El Nadaísmo: legítima revolución colombiana, etc.

De cada una de las secciones se puede extraer la idea general de que cada tradición, costumbre, creencia, ley u organismo colombianos merecen ser considerados como falsos o inútiles hasta que se demuestre lo contrario o, por lo menos, hasta que evidencien su beneficio para la sociedad del país. Casi 10 años después de iniciado su movimiento, en su reseña titulada La novela circo, que apareció en su columna Luz y ondas del periódico El tiempo, se refirió a Cien años de soledad como una muestra de la belleza y la grandilocuencia a las que podía aspirar García Márquez, pero dejó claro que dudaba llegar a conocer a alguien a quien la novela le hubiera “cambiado su vida, su mente, ni siquiera una sola idea fundamental sobre la realidad política social de Colombia o Suramérica”.

A la “generación de la amenaza” fue a la que convocó gonzaloarango en el folleto que dejó en la papelería y tipografía Amistad en 1958. Que el periódico El Tiempo reprodujera el manifiesto lo ayudó a ganar audiencia. Utilizó el coloquialismo cocacolos para referirse a los adolescentes vacíos espiritual e intelectualmente que serían el motor de su movimiento y de su nueva Colombia. En su definición del cocacacolo, que hace parte del manifiesto, el autor cuenta que éste “cambió, en un excelente negocio, la metafísica y el cielo por el deporte y el baile; las iglesias por los estadios olímpicos; la biblioteca por la cancha de tenis; las aulas académicas por el cinematógrafo”. Paradójicamente, a este tipo de vacuidad solo podían aspirar, y pueden aún hoy, los pocos que pueden pagarla. Éstos, en efecto, fueron los que lo siguieron.

Jotamario Arbeláez, en el prólogo al Primer manifiesto nadaísta y otro textos (Vanilla Planifolia, 2013), cuenta que él y los demás integrantes del grupo le llamaban a su propio movimiento su “inventico estupendo”. Esa postura ingenuamente sarcástica los caracterizó durante su vida pública. Artísticamente, los intentos de los cocacolos y su líder no fueron tan desafiantes como habían insinuado que lo serían. Aún así, gonzaloarango escribió una infinidad de textos creativos. Muchos se pueden leer como nuevas versiones o fragmentos del primer manifiesto o incluso como ejemplos de lo que su ideología proponía. En el Poema ser se puede distinguir la baraja de posibilidades que el autor intuía desde su precepto de negación:

“ser el premio mayor de la lotería
un florero con anémonas y gladiolos
una flor de saúco
una hoja de verbena
un pistilo-estambrado
una declaración de guerra
un armisticio de paz
una revolución debelada
un muerto
un vivo
unas ganas de orinar
ser como mi mujer que no piensa
luego existe
ser una y otra vez
indefinidamente
yo mismo
gonzaloarango”

Entre los artistas nadaístas, vale la pena resaltar a Jaime Jaramillo Escobar. Durante el fervor del movimiento, se dio a conocer como X-504. De allí que en el reportaje que le hicieron en la revista Cromos de la edición de mayo de 1966 la nota se subtitulara un artista con placa de carro. Hasta el día de hoy ha mantenido el bajo perfil y el seudónimo que lo caracterizaron durante su juventud, a pesar de que en aquel entonces su nombre y el de sus compañeros llamaran la atención de los medios. La editorial Pre-Textos ha seguido su trabajo y publicó la antología Poemas Principales, que recoge textos de sus tres libros (Los poemas de la ofensa, Sombrero de ahogado y Poemas de tierra caliente), a la vez que apostó en 2011 por publicar su libro con esquema de taller Método fácil y rápido para ser poeta.

Si el arte no era el camino, los actos que buscaban reinterpretar el orden cultural y espiritual de Colombia no se hicieron esperar. En ese mismo 1958 en el que gonzaloarango publicó su propuesta, citó a sus seguidores en el parque Berrío de Medellín para una quema de libros que hacían parte de su biblioteca personal. Cayeron al fuego grandes textos de la literatura, entre ellos el Quijote, y obras que podían representar cierta ambigüedad sentimental, como sucedió con Después del hombre, esa primera novela que escribió Arango después de dejar la universidad y recluirse en la finquita de su padre en 1952. Quemar su libro era negarse a sí mismo. Si eso no era ser nadaísta, nada lo era. Sin embargo, Alberto Aguirre, quien reveló que Arango no había terminado el bachillerato, desmintió esta versión. Asegura que esa novela fue escrita torpemente, como casi toda primera novela, en una libreta de contabilidad que él y los demás amigos le habían regalado durante su paso por la universidad, que el autor se la había regalado y que él todavía la conservaba.

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Además de a la gran literatura, los cocacolos también tenían a la iglesia católica entre ceja y ceja. En 1959, gonzaloarango compró una bomba fétida que fue detonada en el Congreso de Escritores Católicos en la Universidad de Antioquia. A pesar de no haberla detonado, el único nombre que se pudo relacionar con el acto fue el del líder. De sábado a martes, la policía lo tuvo bajo custodia en la cárcel la Ladera. Cuando se esclareció el hecho de que lo que había pasado no constituía un delito, lo dejaron salir. El director de la revista Contrapunto le ofreció la posibilidad de documentar los días que había estado detenido. Al parecer, el pago por entrega era tan bueno que los cuatro días de encierro pasaron a convertirse en medio mes, aproximadamente, para los lectores de la revista, cuenta nuevamente Aguirre.

Las inconsistencias no le permitieron a gonzaloarango mantener su nombre ni el de sus cocacolos intactos ante los medios y ante el resto de Colombia. El escritor y filósofo paisa Fernando González, un hombre de espíritu revolucionario, se decepcionó después de haberse tomado el tiempo para atender a los nadaístas en su finca, a la que le dio el magnífico nombre de Otraparte, lugar en el que ya se había formado el mito que llamaba a intelectuales y escritores de todo el país para reunirse con el maestro. Su impresión del grupo, según se entiende de una carta que escribió a Aguirre en el 59, se puede resumir en que eran unos embaucadores, mercaderes, publicistas. Sin embargo, esta percepción no es contraria al aprecio constante de González hacia el fundador del movimiento. Mantuvieron una relación artística cercana, para Gonzalo Arango siempre fue importante la opinión crítica del Brujo de Otraparte.

Luego, empezando los años setenta, llegó la inglesa “Angelita” Mary Hickie a la vida de gonzaloarango y trajo de vuelta a Gonzalo Arango. Asegura Jotamario Arbeláez que fue ella quien lo alejó, finalmente, de sus monjes, de la vida pública, del nadaísmo. Y para seguir sumando inconsistencias, giros inesperados, el hombre que empezó como corresponsal del periódico de la dictadura, que después aseguró quemar su propio libro para demostrar el radicalismo de sus ideales, ahora se codeaba con la clase política del momento, mostrando síntomas de aquel conformismo que tanto había combatido.

Fue explícita su simpatía hacia el expresidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y mantuvo una prolongada amistad con Belisario Betancur (1982-1986), uno de los poetas que ha gobernado el país, con quien trabajó en los primeros años de esa década en la revista Nadaísmo 70, que constó de nueve o diez ediciones. Betancur recuerda en el prólogo a Nada de antología, compilación de textos de Gonzalo Arango o gonzaloarango (difícil identificar a veces quién es el autor de tal o cuál texto), la portada del segundo volumen, una foto “política de Gonzalo en actitud oratoria, pronunciando un discurso en el cual decía al pie de página: Yo pongo la fecha, que tal como van las cosas, en 1974 el presidente de la república será nadaísta.

Gonzalo Arango, gonzaloarango, la leyenda, el estafador mediático, todos ya eran parte de la sombra del paisa que acompañaba a Angelita Mary cuando el nadaísmo había perdido la determinación de guiar la historia colombiana. Quien lo había fundado, luciendo todas sus inconsistencias, seguía escribiendo textos con contenido político, ahora desde una posición más cómoda que la que sus ideales insinuaron en algún momento. Si el nadaísmo fue una vanguardia legítima o no, nunca será una sentencia nacional definitiva. Siempre habrá quienes recuerden con ironía su legado. Habrá otros, como Jotamario Arbeláez, que seguirán utilizando expresiones solemnes para mencionar al Profeta de la oscuridad. Una tercera posibilidad es comprender el movimiento como una etapa necesaria en el siglo veinte colombiano, como aventura el poeta X-504 al decir que el nadaísmo pudo ser el “síntoma de un estado del espíritu moderno que tocó por casualidad una aldea grande con obispo”.

A lo mejor, de haber nacido en Inglaterra o en Estados Unidos, en países donde los jipis o los punks despertaron el interés comercial de ciertas empresas, la historia nadaísta estaría más definida. Pero Gonzalo Arango tuvo que conformarse con fundar un movimiento progresista en una sociedad como la colombiana, donde la mejor forma de vivir su propuesta fue encarnizándola a través del sinnúmero de oscilaciones que lo definieron. El 26 de septiembre de 1976, en pleno viaje en carretera de Bogotá a Villa de Leyva, un camión que se le atravesó por el camino al Profeta de la Oscuridad le dio un sentido crudo a la última frase del manifiesto que le dio vida a gonzaloarango: “no llegar es también el cumplimiento de un destino.”

Carlo AcevedoCarlo Acevedo es graduado del programa del MFA de la Universidad de Iowa y profesor de español. Es colaborador de Literal y autor de diversos artículos.


Posted: June 29, 2016 at 10:10 pm

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