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La casa abierta de Sylvia Georgina Estrada
COLUMN/COLUMNA

La casa abierta de Sylvia Georgina Estrada

Tanya Huntington

Cuando era adolescente en los años 80, algo que me llenaba de ilusión era el ritual de buscar cada mes el nuevo número de la revista de Andy Warhol en Tower Records. Se llamaba Interview, porque además del diario íntimo, ese era el género literario predilecto del artista multidisciplinario que ayudó a inventar, para bien o para mal, nuestro concepto actual de fama.

Hace un siglo, los poetas teníamos posibilidades de calificar como “celebridades” todavía. Pienso en el funeral de Amado Nervo, por ejemplo, que fue mayor que el de Cantinflas que alcancé a presenciar un par de años después de mi llegada a la Ciudad de México. En serio: las pompas fúnebres de Nervo duraron medio año e iban haciendo paradas a lo largo del continente, de Montevideo para acá, como si fueran un giro de rock star. Hoy día, eso sería imposible, al menos que incluyéramos, por supuesto, los letristas de la canción popular, quienes nos recuerdan constantemente que la poesía es un género vivo, y que se regenera gracias a las aportaciones de la cultura popular, como advirtió en su momento Mijail Bajtín.

En la antología de entrevistas titulada La casa abierta, reeditada en forma expandida y publicada por la Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León, Sylvia Georgina Estrada ha elegido privilegiar no la figura del poeta –ya sea ignota o ampliamente reconocida– sino sus palabras. Es notable en ese sentido que en lugar de nombres, estas sesiones se van identificando por versos. Ni siquiera el índice nos da una clave onomástica de lectura: para enterarnos de los nombres y apellidos de los susodichos, hay que echarse un clavado.

O a poco pueden adivinar quiénes son los siguientes autores: “Hablo y en la palabra permaneces”, “Dar y tomar la vida cada día”, “Todos han venido sin saberlo de otro sitio”, “Todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre”, “No es tan fácil volver la espalda al mundo”, “Oro en el oro, el tigre” (bueno, ése sí está fácil), y un largo etcétera. El hecho de que los apartados llevan versos en lugar de nombres, señala de entrada que la intención de Estrada consiste en proponer una especie de Ars poética ecléctica.

Mientras leía todo lo que se desprende de estos versos, reflexioné que le debemos mucho a que Sylvia Georgina se haya tomado la molestia de procurar estas conversaciones, porque de sus entrevistados a lo largo de los últimos tres lustros, ya se nos han adelantado varios: Ali Chumacero, Dolores Castro, Tomás Segovia, Juan Gelman —ay, Gelman con su reflexión sobre el “lenguaje calcinado”, me recuerda lo que decía mi maestro José Emilio Pacheco cuando le felicitaban por algún premio: que no era ni siquiera él el mejor poeta de su colonia, porque allí vivía Juan Gelman—, Juan Bañuelos, Eduardo Lizalde, Antonio Cisneros, Minerva Margarita Villarreal… la melancolía de esta lista se conjura en cierta medida con la frescura del “ahora” que se conserva en sus respuestas.

Hace poco, en la fiesta de cumpleaños de mi nuera, me di cuenta de que yo era la más ruca, algo que antes no solía suceder pero obviamente, sucederá con cada vez mayor frecuencia. Dentro de esta antología, en cambio, me siento como polluelo de primavera, como decimos en inglés, y me siento honrada y humilde de encontrarme entre las mismas tapas que tantos autores a quienes admiro tanto. Y sí, quizás la poesía sea como contarse entre unos cuantas voces vivas dentro de un vasto panteón. Luego, escribir la poesía sería algo así como entablar una conversación con esa sociedad de poetas muertos, justamente. ¿O acaso es otra cosa?

Como pueden imaginarse, de las preguntas que rigurosamente plantea Sylvia Georgina figuran las que podemos considerar como fundamentales: ¿qué es la poesía? ¿qué propósito sirve? ¿quién es el poeta? Aquí les va un examen sorpresa: 1. la poesía es: a) un asidero, b) una casa donde ocurren paisajes, c) un enfrentamiento a las imposiciones del mundo, d) aire que se transforma en carne; 2. la poesía tiene el propósito de: a) hacernos mejores personas, b) arrancarnos trozos de piel, c) escribir sobre la soledad desde el amor, d) prevenir sobre el inminente fin del mundo; y 3. el poeta a) no se hace, sino nace b) realiza actos de condensación, c) es un eterno aprendiz, d) crea conciencia.

Y las respuestas correctas son: todo lo anterior. Porque todos los poetas, consagrados y contracorriente, solemnes e irreverentes, extranjeros y nativos, hombres y mujeres, rucos y (relativamente) jóvenes, cabemos en esta casa abierta.

Esta ponencia fue leída en la Feria Internacional del Libro Coahuila el 16 de septiembre, 2022


Posted: September 26, 2022 at 9:55 pm

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