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La poética de la libertad: Ai Weiwei en México
COLUMN/COLUMNA

La poética de la libertad: Ai Weiwei en México

Socorro Venegas

¿Qué es lo que un régimen totalitario encierra cuando coloca en una caja de hierro a un artista?

Puede decirse que Ai Weiwei (Pekín, 1957), uno de los creadores y activistas contemporáneos más influyentes, ha denunciado y explorado de formas distintas una respuesta. Su lenguaje artístico pasa por la escultura, el cine, el performance, la instalación, la arquitectura (fue uno de los arquitectos que diseñó el estadio “Nido de pájaros” en Beijing); haga lo que haga, la reflexión sobre el valor de la libertad está siempre presente. Y en abril de este año el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM celebrará su décimo aniversario con la primera exposición de Ai Weiwei en México.

Cualquier muestra de este artista chino es un acontecimiento. En el verano de 2016 tuve mi primer encuentro cercano con su obra en una pequeña ciudad de la región de Castilla-La Mancha, al sureste de Madrid. Allí, en la catedral gótica de Cuenca, se instaló S.A.C.R.E.D., seis dioramas que representaban escenas de los 81 días que el gobierno chino lo mantuvo ilegalmente preso en una cárcel secreta.

Cada diorama era una caja de metal: seis veces la reproducción de la celda donde estuvo confinado Weiwei, siempre con la luz encendida y siempre con uno o dos oficiales presentes mientras dormía, comía, se bañaba o se sentaba en el excusado. Cada letra de S.A.C.R.E.D nombraba lo que ocurría en la celda: Supper, Accusers, Cleansing, Ritual, Entropy, Doub. Unas impresionantes esculturas hiperrealistas personificaban al artista y a sus carceleros en las distintas situaciones; podían ser observados a través de pequeñas ventanas colocadas en las paredes o en los techos de las celdas.

Asomados a esas ventanas, los espectadores jugábamos el papel de espías o testigos. Y veíamos —yo vi— que lo primero que el régimen “ganaba” era destrozar la dignidad humana. Recuerdo lo perturbador que resultaba la expresión sin expresión de los oficiales mientras el preso ejecutaba las más elementales acciones de sobrevivencia.

Me pregunto qué pasaría por su mente durante esos días de encierro. ¿Recordaría a su padre, el poeta Ai Quing, que también fue perseguido, encarcelado y exiliado junto con su familia (se dice que tuvieron que vivir en una cueva)?

En el marco del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, la exposición en Cuenca buscaba ser un diálogo de confinamientos o luchas libertarias: el del disidente chino y el del escritor, quien estuvo preso un lustro en Argel. Y el lugar donde esto ocurrió era insuperable: una catedral en una ciudad tallada en piedra, Patrimonio de la Humanidad, que fue intensamente visitada para ver la denuncia del encierro y las obras de los artistas españoles que trabajaron alrededor de la vida y la obra de Cervantes, un proyecto cuyo nombre tomé prestado para titular este texto: “La poética de la libertad”.

El nombre mismo de la muestra ya proponía un adjetivo para la libertad que le había sido arrebatada a Weiwei, un territorio sagrado. Al encarcelar al artista, el gobierno chino no apresó su mente ni su espíritu. Sólo una voluntad y capacidad creadora hecha de la misma materia de las cajas podía convertir esa experiencia en arte.

Otro espacio poco convencional elegido por Weiwei para intervenirlo fue la cárcel de Alcatraz. Ahí resignificó los espacios de la prisión llenando de flores blancas de porcelana excusados, tinas, lavabos. Puso a volar dragones chinos por los techos y las paredes. En la zona donde se confinaba a los enfermos mentales (muchos de ellos indígenas norteamericanos recluidos sólo por su origen), Weiwei propuso algo sencillo y profundamente conmovedor: hizo que se escuchara la música de perseguidos como las Pussy Riot, Víctor Jara o el cantante tibetano preso por el gobierno chino, Lolo.

Tan fascinante como el resultado fue el proceso de trabajo para descargar a Alcatraz de su doloroso pasado: Ai Weiwei lo hizo sin salir de China pues, aunque fue liberado, el gobierno le había retirado el pasaporte. Un equipo de especialistas enviado por él fue completando el proyecto que él ideó basándose en videos, planos y libros que la comisaria de la exposición le llevaba.

¿Qué hará en México Ai Weiwei? Según se ha anunciado, el proyecto para nuestro país buscará un encuentro entre culturas milenarias, a través de la reconstrucción del templo de la dinastía Ming en el MUAC, algo que ya hizo en 2015 en Pekín. Además, trabajará con piezas de Lego, y por supuesto se esperan alusiones al contexto histórico nacional; no se olviden de que el año pasado, cuando visitó México, se reunió con algunos de los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Mientras llega abril, les dejo las palabras de Ai Weiwei que leí en la catedral de Cuenca: “Una sociedad sin libertad para hablar es un oscuro pozo sin fondo. Y cuando está tan oscuro, todo lo demás empieza a brillar”.

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002).  Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León y el Premio Ciudad de México por el programa “El Fondo visita tu escuela”. Dirige las colecciones para niños y jóvenes del FCE. Su Twitter es @SocorroVenegas

 

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Posted: February 1, 2019 at 12:18 am

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