Essay
Renunciar a la política

Renunciar a la política

David Medina Portillo

Tarde, muy tarde aparece la versión en español del último libro de Mark Lilla: El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad (Debate, 2018). Tarde porque lo más encendido de la polémica desatada por Lilla se ha extinguido y su libro llega a nuestras librerías y dispositivos con un aire de noticia vieja, apagado.

La versión en inglés: The Once and Future Liberal. After Identity Politics, se publicó en agosto de 2017, aunque el origen de dicho libro se remonta a un año atrás, cuando en pleno colapso por la estrepitosa derrota de Hillary Clinton Mark Lilla publicó en The New York Times un artículo irrebatible en contra del establishment liberal. El texto se llamó “The End of Identity Liberalism” y apareció el 19 de noviembre de 2016, apenas una semana después de conocido el triunfo de Donald Trump.

Todos recordamos esa mañana de noviembre de 2016, el ánimo de fin de los tiempos consecuencia del terremoto que acababa de arrasar con las previsiones de las encuestas y aun de la opinión generalizada, quienes daban por hecho que semejante barbaridad no podía ocurrir. Un sociópata como presidente. Imposible.

Es curioso ver cómo a ciertos populismos los nutre la animadversión de los medios. En el caso de Trump no existe en el horizonte una figura pública de la que se haya hecho un escarnio similar. Antes de las elecciones ya era el villano favorito de los foros tradicionales (prensa y TV) lo mismo que de las plataformas digitales. Tras su victoria, Trump es el rey del meme.

No pretendo ninguna defensa de lo indefendible; sin embargo, subrayar este rechazo ayuda a entender el tamaño de la pesadilla. Más de la mitad de quienes votaron en EU, junto con la opinión pública global, creyó que el nuevo periodo presidencial sería la continuación más o menos obvia de los dos anteriores, después de un final del segundo mandato de Obama con altos índices de aprobación, según encuestas. Pese a todas esas condiciones, presumiblemente favorables a Hillary Clinton, sobrevino lo impensable.

¿Qué sucedió? Esa era la pregunta explícita o tácita que todos nos hicimos aquel noviembre de 2016. Los análisis se multiplicaron adelantando las más variadas respuestas, aunque pocos –realmente pocos– coincidieron con lo expresado por Lilla en The New York Times: los demócratas habían sido derrotados no por Trump sino por la realidad. En efecto, paulatinamente y desde hacía al menos cuatro décadas, la izquierda liberal norteamericana se olvidó de la política en favor de un placebo electoralmente tóxico, las políticas de la identidad. Y, precisamente, fue este sucedáneo mediáticamente hiperactivo el que terminó desplazando a su base de votantes, los blue-collar workers tradicionalmente demócratas que, esta vez, optaron por Trump.

Renunciar a la política significaba abandonar todo intento de construir una identidad común y, en cambio, privilegiar el reconocimiento de particularismos endémicos en cualquier realidad multicultural. En “The problem of hyper-liberalism”, publicado en The Times Literary Supplement, John Gray lo explica mejor: “Mark Lilla… ha sido ampliamente atacado por afirmar que el proyecto rooseveltiano de construir una identidad común por encima de pertenencias étnicas pueden generar una política liberal perdurable. Tal punto de vista, vociferan los inquisidores del campus, sólo puede ser una disfrazada defensa de la supremacía blanca (…) Al descalificar la concepción liberal de la identidad nacional como una construcción estadounidense represiva, los híper-liberales confirmaban así la percepción de amplios sectores de la población norteamericana –principalmente obreros, quienes en el pasado votaban por los demócratas – de estar siendo excluidos de la política”.

Pero ni Mark Lilla ni John Gray dicen nada que no hayamos oído antes. No hace mucho Tony Judt hacía referencia a este abandono de la política por parte del establishment de la izquierda liberal señalando que, después de todo, a quién le importaba ya la acción colectiva: “Hoy, ni la izquierda ni la derecha tienen en qué apoyarse”. Fue el mismo Judt quien advertía que con el arribo de los años ochenta la derecha se hizo cargo de lo que realmente importa, la economía, dejando en manos de la izquierda la cultura, el entertainment y la política de la identidad legado de la Nueva Izquierda y la revolución cultural:  “la política de los sesenta desembocó en un agregado de reivindicaciones individuales a la sociedad y el Estado. La “identidad” empezó a colonizar el discurso público: la identidad individual, la identidad sexual, la identidad cultural. Desde ahí sólo mediaba un pequeño paso para la fragmentación de la política radical y su metamorfosis en multiculturalismo”.

Insisto, antes de Mark Lilla y de John Gray existía una larga lista de críticos al status quo liberal, nómina que pasa necesariamente por Christopher Lasch pero también por críticos de arte y de la cultura como Robert Hughes, por ejemplo. Ahora bien, lo admirable en el caso de Lilla es que expuso sus opiniones en el peor momento, cuando nadie quería oír que esa manera de entender la acción política acompañó, desde sus inicios en los ochenta, a la desregulación responsable de la más severa crisis posterior a la Gran Depresión. En efecto, Reaganomics e Identity politics son gemelos. En este sentido, la reacción demócrata ante la catástrofe electoral no deja de ser paradójica. Indiferentes a cualquier autoexamen que los lleve reorientar la agenda, los demócratas solo han enconado aún más su radicalismo identitario, generando o alentando la presente –y sin precedentes– ola de corrección política.

El libro de Mark Lilla tiene como subtítulo: Más allá de la política de la identidad. En efecto, si la izquierda liberal pretende volver al poder, dice, necesita recuperar un sentido del nosotros, esto es, una concepción de la política que le devuelva su capacidad para crear mayorías. El autor cita a Marx: las condiciones materiales ayudan a determinar qué ideas políticas resuenan en un momento histórico. Nadie se atreve a creerlo pero si Trump repite otro mandato, ¿será porque ese horizonte histórico era propicio para su reelección?

David Medina Portillo. Ensayista, editor y traductor. Editor-In-Chief de Literal Magazine. Twitter: @dmedinaportillo

     

 

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Posted: May 27, 2018 at 8:56 pm

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