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Fragmentos de una mujer de Kornél Mundruczó
COLUMN/COLUMNA

Fragmentos de una mujer de Kornél Mundruczó

Rose Mary Salum

Uno de los estrenos cinematográficos más conmovedores de este año ha sido Pieces of a Woman (traducido al español como Fragmentos de una mujer) del director Kornél Mundruczó y la guionista Kata Wéber. En este largometraje inspirado por una vivencia común en la que tuvieron que enfrentar la pérdida de su bebé, la pareja explora los silencios, prejuicios y relaciones afectivas por los que, en parte, ellos tuvieron que transitar una vez que el vacío se hizo presente.

Una de las primeras escenas, filmada en una sola toma y con una duración de casi media hora, muestra a Martha, interpretada por Vanessa Kirby —quién por cierto recibió algunos reconocimientos por su magnífica actuación y ahora ha sido nominada como mejor actriz en los Golden Globes—y a Sean, interpretado por Shia LaBeouf en el momento en que comienza el trabajo de parto. Ellos están en casa porque, por decisión mutua, decidieron tener al bebé allí y no en el hospital.  La partera no llega de inmediato porque está en otra casa lidiando con un parto bastante complicado. Cuando entiende que será imposible atender a Martha, manda a  su sustituta que es interpretada por Molly Parker. Ella los ayudará con todo lo necesario para que la pareja tenga a su bebé en la intimidad de su hogar. Sin embargo, una vez que la dilatación ha alcanzado los diez centímetros, el ritmo cardíaco del bebé baja considerablemente. A los pocos minutos vemos a estos personajes atravesar un momento de emergencia que entenderemos muy pronto, no pueden superar. La bebé ha tenido un arresto cardiaco y no logra sobrevivir  El resto de la película, veremos a la pareja lidiar, no solo con el propio dolor, sino también con la madre de Martha, una mujer exitosa y autosuficiente que no desaprovecha la oportunidad de presionar a su hija para que demande a la partera y quien, en todo momento, expresa sin tapujos el desprecio que siente por Sean, su yerno. No lo considera de su clase social y la presión que ejerce sobre el matrimonio es asfixiante.

La película está repleta de simbolismos que resultan en una muestra abierta de cómo se comporta la sociedad norteamericana frente a los problemas. Por un lado la necesidad de culpar a un tercero por la desgracia común es una muestra de inmadurez colectiva que está muy presente en el comportamiento de los estadounidenses y encuentra su más común expresión en el uso y el abuso de las demandas civiles. Por el otro  la tan deseada igualdad entre las distintas clases sociales se ve fracturada con al primer obstáculo que se interpone en el camino, lo que confirma aquella premisa marxista de que lo que más une a las personas es su estrato social y no su cultura.

Así, vemos transcurrir la transformación de la pareja a lo largo del filme y la forma en cómo cada uno de los personajes se enfrente al dolor. En el caso de Sean, el peso de la desgracia y la presión de su suegra acaban por determinar su destino muy a la manera de las tragedias griegas. La voz de esa persona mayor, tan firme y al mismo tiempo tan vieja,  fungen como el oráculo que el personaje acaba por cumplir muy a su pesar. En el caso de Martha, el dolor la lleva a aferrarse a la vida de formas que se podrían antojar excéntricas o impensables. Lejos de usar el color negro para mostrar su luto, se aferra al color rojo mostrando su lucha interna y su modo de reaccionar ante lo inesperado. Asimismo, vemos una mujer que encuentra el camino de vuelta a la vida en un momento crucial de la película, cuando ella va en el autobús de regreso a casa y redescubre las semillas de la manzana que consume en ese momento. De este modo, la figura de la manzana adquiere importancia en la medida en que, paradójicamente, será el amuleto que mostrará el camino de vuelta al paraíso perdido.

En una entrevista con el director, Mundruczó comenta los retos a los que se enfrentó cuando, una vez que tuvo el guión en la mano, supo que las primeras escenas serían críticas para marcar el tono de la historia ya que debía evitar la cursilería, la manipulación, la parte voyerística del espectador y concentrarse en la relación afectiva de la pareja y su firme decisión de dar a luz en casa a pesar de los riesgos que ello implicaría. El resultado final fue el de mostrar el viaje físico y espiritual que se transcurre mientras se está en trabajo de parto así como la intensidad y el milagro de ver nacer al propio vástago.

Una de la virtudes de la película fue el uso de la música. La primera parte está inundada de silencios que parecen contenerse para no distraer la atención de sus personajes. Poco a poco, sin embargo, se introducen notas sueltas generadas por un solo instrumento que van envolviendo al personaje principal para acompañarla en su proceso. No es sino hasta el final que podemos escuchar un concierto con todos los instrumentos necesarios mostrándonos a una Martha distinta que ha podido cruzar las etapas heroicas que el dolor le ha impuesto muy a la manera de la tradición griega. En ese sentido, Martha es una heroína que atraviesa los obstáculos que su destino le presenta y que terminan en un desenlace menos impresionante pero más verosímil.

Otro de los temas que se desarrollan en la película es el abuso físico y mental entre la pareja así como entre los demás miembros de la familia que resultan en escenas cargadas de contenidos emocionales pero que al mismo tiempo son tratados por Mundruczó con largos silencios difíciles de asimilar pero a la vez catárticos. Esta dualidad es otro de los aciertos que provocan que el espectador logre quedarse prendado del personaje principal.

Aunque el drama tuvo algunas críticas, en general ha sido muy bien recibido. Antes de su estreno en Netflix fue selección oficial en el Festival Internacional de Venecia y el Festival Internacional de Toronto entre otros muchos festivales. Por ahora, Pieces of a Woman es uno de los largometrajes favoritos para recibir alguna nominación al Óscar, pero sobretodo, porque ofrece un catálogo de actuaciones indispensables para el cine de arte.

 

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de Tres semillas de granada, ensayos desde el inframundo (Vaso Roto, 2020), Una de ellas (dislocados, 2020) . El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015), Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing, 2013) (Versión Kindley Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Su twitter es @rosemarysalum

 

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Posted: February 6, 2021 at 6:45 pm

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