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Izquierda del siglo XXI 
COLUMN/COLUMNA

Izquierda del siglo XXI 

David Medina Portillo

Ya se ha dicho: el populismo contemporáneo es una perversión o –según sus adeptos– un correctivo de la democracia liberal. Otros afirman que el verdadero castigo es el progresismo en su versión radical, partidario explícito del antiliberalismo en favor de otras formas de democracia (radical, directa, popular,  plebiscitaria, etc.)

Izquierda del siglo XXI suena a socialismo del siglo XXI, concepto peyorativo en la medida en que está asociado al chavismo y su experimento sociopolítico. Subrayo el carácter nocivo como consecuencia del indiscutible fracaso del modelo venezolano, aunque para un gran número de militantes y compañeros de viaje, el socialismo del siglo XXI no solo sobrevive al chavismo —y con creces— sino que aun le alcanza para eximir a éste de todo yerro. 

Socialistas del siglo XXI serían Maduro, Daniel Ortega, los Kirchner, Evo Morales, Correa y Lula. Acaso también Pedro Castillo y AMLO. Boric y Petro son otra cosa, dicen. Después de todo —y como expresan sus ideólogos de cubículo o de curul, se trata de un concepto en formación en el que se entrelazan “progresismos” de todo pelo —incluso aquellos que rechazan el socialismo y el progreso, faltaba más. En este sentido, María Paula Romo, teórica y exministra de gobierno de Lenin Moreno en Ecuador, no ha dudado en poner los puntos sobre las íes: “el socialismo del siglo XXI, que yo prefiero llamar nueva izquierda, se denomina así también por la necesidad de tomar distancias con el socialismo del siglo XIX o con los planteamientos de la izquierda en los siglos anteriores”. 

Rechazamos a Kast (con razón o sin ella) pero aplaudimos a Boric (con razón o sin ella). ¿Por qué? Muy simple: a éste lo redime el progresismo. Qué importa si uno es demócrata y el otro también. El caso de Petro no es igual pero sí parecido. Un exguerrillero que, una vez que ha ganado, acude a la iglesia para dar gracias a Dios. Gracias al Altísimo o a su hipóstasis: el Pueblo, no a las instituciones democráticas que han permitido el reconocimiento de una victoria sobre Rodolfo Hernández, aquella suerte de Trump. Honrar a la democracia y sus instituciones es poco inspirador, mejor reafirmar los repertorios de la fe y el credo, de sus ceremonias y símbolos origen y fuente inagotable de nuestros recelos antimodernos. 

En un ensayo de 1980 recogido en Tiempo nublado, Octavio Paz comenta este fenómeno: “Hoy nadie se atreve a defender como antes al “socialismo real”, ni siquiera los miembros de esa especie que llamamos ‘intelectuales progresistas’.” Más de cuatro décadas después, el progresismo de izquierda latinoamericano (intelectuales e influencers) han cedido sus propósitos de emancipación no a la democracia liberal sino al populismo, sucesor del “socialismo real” en la batalla de la izquierda contra el mal de la modernidad y sus gemelos seculares: el capitalismo y el liberalismo. Eso probaría la realidad cada vez más evidente que Jonathan R. Macey y Geoffrey P. Miller señalaron al otro día de la desaparición del bloque soviético: “Es probable que en las próximas décadas se produzcan acaloradas disputas entre las naciones que captarán el espíritu de sus ciudadanos tanto como lo hicieron las rivalidades Este-Oeste de la Guerra Fría. La nueva contienda no será entre democracias y regímenes totalitarios sino entre regímenes capitalistas liberales y no liberales” (“The End of History and the New World Order: The Triumph of Capitalism and the Competition Between Liberalism and Democracy”, Cornell International Law Journal. Vol. 25 : No. 2, 1992).

Ya se ha dicho: el populismo contemporáneo es una perversión o –según sus adeptos– un correctivo de la democracia liberal. Otros afirman que el verdadero castigo es el progresismo en su versión radical, partidario explícito del antiliberalismo en favor de otras formas de democracia (radical, directa, popular,  plebiscitaria, etc.). Jonathan R. Macey y Geoffrey P. Miller señalaron las tensiones entre liberalismo y democracia e incluso, como tantos que rechazaban el nuevo orden liberal, argumentaron en favor de su estricta e histórica separación. La izquierda del siglo XXI parecería estar dándoles la razón.

A propósito de las recientes elecciones en Colombia, Lorenzo Meyer, Sergio Aguayo y Paoli Bolio, panelistas de Primer Plano, reconocen el arribo del progresismo. La de Petro es una izquierda del siglo XXI porque (gracias a Dios) ha abandonado el tropo de la lucha de clases característica de la Old Left del siglo XX. En el caso de Petro advierten también la rectificación de la vía armada a cambio de la opción electoral. Sin embargo, la democracia depende de todo un complejo de instituciones, entre las que se halla el respeto al voto como realidad sustantiva pero no suficiente. ¿Hay que recordar que AMLO llegó al gobierno gracias a la alternancia y que ahora utiliza el capital político de treinta millones de votos en contra de las instituciones democráticas que le permitieron arribar al poder? Hoy actúa alegremente como si su triunfo fue no gracias sino a pesar de esas instituciones.

La experiencia latinoamericana cuenta con múltiples ejemplos de que la tentación autoritaria suele precipitarse tras la victoria electoral. Entre otras medidas ampliamente celebradas, Boric anunció un gabinete con paridad de género. Qué bueno. Por su parte, Petro corre a… Pero qué importa mientras tenga a su lado  a Francia Márquez. Por su parte, Boric cuenta con Maya Fernández a cargo del ministerio de Defensa. Por lo visto, el progresismo posmoderno no es invulnerable a los símbolos. Tampoco parece inmune a nuestra ya amplia y documentada restauración autoritaria.

¿Por qué esta “nueva izquierda” latinoamericana es, efectivamente, nueva? ¿Porque se ha dejado alcanzar por aquella Nueva Izquierda (New Left) de los años sesenta y setenta?  He aquí un fenómeno inescrutable en la izquierda latinoamericana de nuestros días: los votos renovados del progresismo antiliberal y la recurrente variedad de nuestras utopías arcaicas. Antes simpatizantes del radicalismo tercermundista como ahora compagnons de route de un populismo realmente existente.

 

 

David Medina Portillo. Ensayista, editor y traductor. Editor-In-Chief de Literal Magazine. Twitter: @davidmportillo

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Posted: July 14, 2022 at 8:57 am

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