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La mirada itinerante: Tania Candiani

La mirada itinerante: Tania Candiani

Carmen Cebreros Urzaiz

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TANIA CANDIANI, ATISBOS Y AFECTOS

La artista Tania Candiani (México, 1974) ha abrevado de la literatura y de las artes visuales en igual medida. Su trabajo artístico está fuertemente anclado en las formas narrativas, pero el lugar que ella ocupa no es fijo, alterna siempre entre ser quien relata y ser a quien le es relatada una historia. Valga decir que muchas veces esas historias, esos rasgos que caracterizan al otro, no se encuentran en sus voces sino cifrados en los objetos y, por lo tanto, otras tantas veces sea allí donde se deban colocar –una vez más– esos relatos. Candiani observa, registra y acumula fragmentos de memoria que extrae de tantos lugares como puede. Descubrir esos posibles lugares es la labor que más le ocupa.

En 2009 realizó la acción Otras narrativas (Lituania). La situación: ella presente, sentada frente a una máquina de coser (cabe mencionar que ésta es una de las herramientas de trabajo que emplea con regularidad y con ella sustituye grafi to, bolígrafo o teclado por igual), una sábana prensada bajo la punta de la aguja y en el muro contiguo, un pequeño texto con su firma solicitando al público que le susurraran las palabras, frases o sonidos que cada quien acostumbraba repetir a sus amantes al momento de hacer el amor. Los visitantes curiosos, esperando averiguar qué sería lo que estaba confeccionando esta mujer, descubrían la petición y reaccionaban primero con timidez, pero paulatinamente más entusiastas al ver cómo la expresión del deseo e intimidad iba grabándose a través del hilo entrelazado con el lienzo. Candiani adoptó la función de un escribano, que registra las inquietudes de los otros, aunque sobre una prenda que se convierte en metáfora del lugar donde sucede el erotismo.

La constancia dormida, 2006. Fábrica La Constancia Mexicana. Plataforma.Puebla, México

Como artista de este tiempo (en que precisamente ser artista está igualmente lejos de vincularse con la virtud del “oficio” que con la confrontación de la “tradición”), una condición ineluctable de la práctica artística es la habilidad de deslocalización, es decir, la capacidad de vivir itinerante entre una ciudad, otra y la próxima, así como la constante proclividad hacia el auto-posicionamiento respecto a los cambiantes contextos (considérese esto como la virtud en boga para quien persiga ser artista hoy en día). Esta exigencia ha llevado a Tania Candiani a cuestionarse frecuentemente sobre la sensación que suscita “ser un extraño” o hallarse en un lugar inhóspito, así como en los factores que hacen que alguien –ella– consiga percibir un espacio como propio y adecuado para trabajar y, por extensión, en cómo puede precipitarse este proceso. Identificar las ventanas y los momentos en que hay más luz natural en la habitación, ubicar una mesa en un punto específico, desplegar y disponer en el espacio “instrumentos” y objetos con los que se ha viajado, forma parte de esta (posible) metodología.

Detectar las operaciones subjetivas puestas en juego frente a una cierta situación (sea inusual o recurrente) y efectuar este diagnóstico en el acto mismo es una de las empresas de esta artista. Ejemplo de ello es el proyecto que presentó como parte de la exposición Plataforma Puebla 2006, que consistió en montar un taller de costura en una de las secciones de almacén de la abandonada fábrica textil La Constancia –la primera industria en su tipo instalada en México–. El sitio, cuyo nombre es de por sí sugerente, no sufrió alteración alguna durante la realización del proyecto, simplemente fue ocupado como espacio de trabajo; pero esta ocupación representó su transformación progresiva y, al mismo tiempo, una suerte de renacimiento del lugar, por muchos años inactivo. En el curso de treinta días, Candiani se dedicó a asimilar su estado de desplazamiento temporal y a reconocer –conocer desde una nueva perspectiva– la ciudad que la alojaba. Su proyecto consistió en llevar una bitácora de los distintos momentos introspectivos de cada día. Esta bitácora fue materializada en una línea caligráfica de texto extendida sobre un tramo de 400 metros continuos de jacquard, escrita con la máquina de coser, recorrida por el hilo, creciendo día con día. Paralelamente, consignó el panorama emotivo de cada fecha en un vestido a su medida, por ella diseñado y elaborado simultáneamente, con materiales textiles asociados simbólicamente con el balance diario de afectos, encuentros, recuerdos, experiencias y expectativas.

También en el 2006, esta artista desarrolló un proyecto relacionado con el uso y personalización del espacio. Studio dust (Londres, 2006) es una investigación sobre lo que podríamos identifi car como el inconsciente oculto en los residuos arrojados o depositados en un lugar de trabajo. Para llevarlo a cabo, Candiani se insertó en una red de artistas residentes en Londres, a quienes solicitó autorización para barrer sus talleres y documentar los desperdicios y objetos en ellos acumulados. Esta serie de fotografías nos muestra los desechos como fragmentos de ausencias que configuran y estructuran la  obra –de los artistas participantes– y las incrustaciones materiales –pero también mentales: en forma de recordatorios y llamadas de atención– como las decisiones y propósitos recurrentes.

Otros paseos, otras historias (2009) el más reciente proyecto de esta artista –en curso al momento de esta edición– ocurre en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Un grupo de módulos de información situados en varios puntos del llamado Primer Cuadro de la ciudad, funcionaron para atraer a los transeúntes hacia un grupo no de informadores sino de entrevistadores, quienes solicitaron a aquellos que se aproximaban por curiosidad, hablaran de los lugares (que sin ser destacados o emblemáticos para los turistas) fueran relevantes, que guardaran una historia personal o en los que ellos hubieran habitado. Con estos relatos Candiani elaboró narraciones para ofrecer una serie de tours guiados que dan cuenta de personajes, romances, misterios, tragedias, transformaciones y desplazamientos, donde contrastan los acontecimientos íntimos con la abigarrada actividad actual de las calles. Si en Otros paseos, otras historias, los trayectos y la configuración de una cartografía sobre lo que ya no existe es el corazón del proyecto, en Habitantes y fachadas (Tijuana, 2007) se trata de la conformación de una iconografía personal (con signos que alojan los deseos, la sensación de hogar y de espacio propio) a cargo de los individuos que participaron en esta investigación. Este proyecto fue llevado a cabo en uno de los complejos habitacionales más extensos de la ciudad de Tijuana, Villa Residencial Santa Fé, formada por alrededor de 3 mil viviendas modulares. Estos millares de viviendas, ofertados por la inmobiliaria que las construye y comercializa como el “estilo arquitectónico californiano” están asentadas en un terreno a las orillas del municipio de Tijuana, en un área aislada de los centros de actividad, transporte y servicios de la ciudad. Candiani estableció un diálogo con cuatro de sus residentes (un ama de casa, una estilista, una costurera y un sociólogo), y con cada uno diseñó el alzado de una “fachada ideal” para su vivienda considerando sus dimensiones reales (3.7 x 8 m.). Los elementos gráficos de este diseño se ensamblaron a partir de preguntas sobre los recuerdos de las casas en que habían vivido en su infancia, sobre objetos emblemáticos de su niñez o sobre el ideal en que desearían vivir. Así, para una de las participantes la fachada fue una mezcla de una casa de muñecas con elementos orientales sincréticos; para otra fue una imagen de la profundidad y amplitud (inexistentes en su domicilio real); la tercera eligió cubrir con balcones, herrerías, fi ligranas y vegetación, laboriosamente dibujados con una máquina de coser; y para el último fue un diagrama verdaderamente abstracto conformado por elementos sintéticos colocados en posiciones precisas con una compleja carga simbólica. Estas intervenciones duraron unos cuantos días, pues la administración del conjunto residencial interpuso una queja argumentando que éstas alteraban “el concepto, el proyecto y el estilo de vida” que el resto de los condóminos habían adquirido originalmente “para sus familias y sus hijos”.

En 2008, Candiani llevó a cabo el proyecto Refranes en dos céntricas colonias de la Ciudad de México, el cual inició con la distribución de carteles impresos con 30 sentencias transmitidas oralmente a través de generaciones, colocados en bardas y postes de la concurrida zona. En un segundo momento y al notar la reacción de los peatones que encontraban en su trayecto estas frases se emplazaron varios módulos en distintas plazas cercanas al zócalo capitalino, a través de los cuales se recabaron nuevas frases. Por último, una selección de entre los 1500 distintos refranes nuevos, extraídos de las tarjetas depositadas en los buzones de los módulos, fue presentada en las salas del Centro Cultural España (Ciudad de México), mostrando el desarrollo de variantes, adaptaciones y actualizaciones de estos proverbios que abarcan lo mismo aspectos políticos, morales, eróticos y poéticos, y consignan una forma de conocimiento popular histórico que se distingue por el sentido del humor.

Esta estrategia basada en la recolección sistemática de voces, opiniones, anécdotas, recuerdos, expresiones, secretos y predilecciones caracteriza parte importante de la producción de esta artista. Candiani convoca la participación de individuos que pertenecen a un determinado grupo –por lo general relacionado con un territorio compartido– interceptando sus rutinas e instigándolos a reparar en sus propios hábitos; pero lejos de anticipar patrones y reiteraciones, lo que ella persigue es el hallazgo de la sabiduría que existe anónima y oculta, reposando en la memoria de las personas. Las inserciones de Tania Candiani nos hacen atisbar en nuestra propia subjetividad y en los afectos que nos constituyen, fijados en pequeños y sutiles detalles que nos procuramos continuamente, y nos hacen ser en el mundo apenas notándolo.



Posted: April 21, 2012 at 11:52 pm

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