Essay
La serena distorsión del poeta John Scofield

La serena distorsión del poeta John Scofield

David Dorantes

El número 66 no puede ser una casualidad para el guitarrista estadounidense de jazz John Scofield (Ohio, 1951). Los cabalistas y numerólogos místicos podrían explicar mejor el valor oculto de esa cifra.  El músico lanzó a finales de septiembre pasado su nuevo disco Combo 66 (Universal, 2018) para celebrar precisamente sus 66 años de vida. Fue en 1966, hace 52 años, cuando el artista comenzó su aprendizaje jazzístico en las seis cuerdas bajo la tutela de Alan Dean en Wilton, Connecticut, luego de pasar algunos años como aficionado en bandas de rock y rhytmn and blues.

Más de medio siglo después, Scofield representa hoy en el mundo del jazz el vínculo entre los veteranos maestros del jazz y el blues que le antecedieron como Wes Montgomery, Jim Hall, Pat Martino, George Benson, B.B. King y Otis Rush.  

Muchos de los creadores que influenciaron a Scofield se caracterizan por tocar sin trucos ni muchos efectos de pedales. Todos ellos apelaban sólo a los recursos de distorsión de sus diez dedos en las cuerdas de la guitarra. Él mismo ha hecho de ese estilo su sello al utilizar su mano izquierda para jalar las cuerdas, hacia arriba o abajo, produciendo interesantes distorsiones de saturaciones y reververaciones pero que, a diferencia del rock, él suele contener con mucha fuerza para recuperar la tonalidad original muy rápido ciñendo las notas con justa precisión de matemático compulsivo. Su distorsión se caracteriza por ser una suerte de melódica serenidad poética que nunca se siente incontrolable.

“Escribí todas las melodías para este disco, Combo 66… lo llamé así porque ¡tengo 66! Y 66 es el número de jazz más genial que puedes obtener porque si alcanzas el 66 estás muy bien. ¿Recuerda todos los grandes grabaciones de los años 60? Brasil 66 (de Sergio Mendes), Route 66 (de Ray Charles). Me pareció que sería poético usar ese título” detalla Scofield en una cita, compartida por su compañía de discos, sobre su nueva obra. Lo avalan en sus palabras más de seis décadas de arte sin complacencias al mainstream, siempre fiel a sí mismo y en las cuales ha sido fiel escudero de portentos del jazz como Charles Mingus, Gerry Mulligan, Gary Burton, Chet Baker y Miles Davis.  

Scofield posa su mirada artística en aquel decenio de su aprendizaje para revisarse a sí mismo y hacer inventario de sus primeras influencias. Que nadie se vaya con la finta. El maestro no se pone nostálgico ni melancólico como un anciano sentado en una mecedora recordando batallitas de juventud. Su nuevo disco combina modernidad con los elementos sonoros de aquella década armados en nueve temas que no tienen ningún acorde fuera de lugar.

Para hacer un gran disco no se necesita mucho más que grandes músicos. Scofield llamó a un trío poderoso para asistirlo en Combo 66 con los emergentes maestros Bill Stewart (batería), Vincent Archer (bajo) y Gerald Clayton (piano y órgano Hammond B-3) a quienes a ratos les cede el liderazgo en varios temas. Cada uno de esos tres artistas ya se forjó de un nombre como solista y líder de sus propios proyectos en el panorama del jazz mundial.

Archer abre con fuerza el disco en un solo de introducción para el swing-bop Can’t Dance en donde los tres artistas se toman turnos para asumir la voz predominante del tema bajo los fraseos melódicos de Scofield quien abre su disco con un alarde de requintos limpios muy al estilo de Wes Montgomery pero sazonados con ligeros acentos de soul-rock. Las texturas sonoras se sobreponen unas a otra en un alarde de virtuosismo de los cuatro artistas exigiendo la atención del que escucha.

El primer tema es como un aviso para navegantes, pues aquel quien se atreve a surcar por el mar sonoro que estos artistas proponen deberá saber que bajo la superficie de cada pieza muchas otras corrientes musicales se mueven de manera intensa. Existe más de lo que se oye de manera evidente. Además, Scofield es un sabio gentil pues hay líderes en el mundo del jazz que arman sus grupos para que solo ellos resalten, mientras que él arma su grupo con la conciencia de que todos brillen.

Lo que se escucha en Icons At The Fair, por ejemplo, es un tema veloz en donde Scofield explora requintos más cercanos al jazz-fusión con fugas al rock y desde los cuales Clayton se vale para retomarlos y crear sus armonías en su correspondiente improvisación.  El bajo y la batería funcionan como acompañantes sin dejar de caer un segundo el ritmo frenético del tema. Por momentos hay referencias a ciertos trabajos del trompetista estadounidense Miles Davis en la época precisamente de jazz-fusión en que el propio Scofield era su guitarrista allá por la primera mitad de los años 80’s.

Así como hay vértigo y frenesí, Scofield también se da tiempo para la tersura. El tema I’m Sleeping In es una balada-jazz lenta, suave, reflexiva, que se acentúa en una paz lánguida con la quietud de las escobetillas de Stewart sobre la tarola y los platillos como un susurro del viento en la noche sobre un bosque. El requinto de Scofield es casi el lamento de una melodía vocal que por momentos recuerda la intensidad de los slides del guitarrista mexicano de rock mestizo Carlos Santana y sus baladas tristes. Un tema bordado para convertirse en un clásico en el repertorio de su creador.

La música de Scofield siempre ha tenido claras referencias a los ritmos del sur de Estados Unidos aunque él no se haya formado como artista en esa región. En su disco That’s What I Say (Verve Records, 2005), en el que rinde tributo a Ray Charles, esa influencia es muy evidente. Para su nuevo disco el tema Dang Swing acomete una especie de country-swing con aromas a las brass-band de New Orleans con Scofield explorando dos estilos diferentes de tocar la guitarra. Uno en las primeras tres cuerdas de tonos agudos, y el otro en las cuerdas de arriba en un contrapunto de virtuoso. Además hay un gran solo de Clayton dejando ver su influencia del pianista canadiense de jazz Oscar Peterson en el percutivo uso de la mano izquierda. Stewart también expone su talento con un discreto pero potente solo melódico de batería, algo que no muchos baterías pueden lograr, y que abre las posibilidades de la pieza para otras lecturas cuando sea interpretada en concierto.

La presencia sureña sigue con New Waltzo pero la lectura de Scofield pasa por armonías de rock a las que Clayton les pone un traje de gospel lastimero con los sonidos de Iglesia Bautista salidos de su órgano Hammond B-3. Lo fantástico de Scofield y sus acompañantes en Combo 66 es que lograr borran los nombres de todos los géneros y los disuelven en cada tema recreando otra cosa que solo responde al nombre del tema en cuestión. Solo es música a la manera Scofield.

Que Scofield visite el gospel como pretexto para llevarlo a pasear por los caminos del jazz no es puntada nada más. En su larga discografía aparece el también espléndido Piety Street (Universal Music, 2009) en donde recurrió a músicos de New Orleans para adentrarse por los caminos de esa música religiosa y que es la prima espiritual del blues pecador, pero ambos salidos de las mismas parroquias. No por nada otro de los temas del nuevo disco se llama “Uncle Southern”.

A los 66 años la versatilidad estilística de Scofield sigue intacta y más vibrante que nunca en Combo 66. Puede pasar del rasgueo volátil del funk a la tersura sensual del blues como Pedro por su casa. Es agresivo en un acorde y al siguiente tierno. Pocos guitarristas, de cualquier estilo, pueden presumir de eso. Además, como si fuera un chamaco que apenas piensa ganarse al público en octubre John Scofield emprende una gira mundial que comienza en Estados Unidos y abarcará desde los grandes auditorios hasta los bares pequeños. ¿Cuántos artistas de 66 años se atreverían a esa empresa?

 

David Dorantes es escritor y periodista. Su Twitter es @hdaviddorantes

 

 

 

 

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Posted: October 18, 2018 at 10:56 pm

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