Repensar las redes. Llevando el debate de escritoras chilenas a otras fronteras
Adriana Pacheco
Entre el 24 de agosto y el 4 de septiembre de 2020 se inició en las redes un debate entre críticas, escritoras y editoras chilenas, sobre “feminismo, literatura, redes sociales, promoción y autoria”, que Jazmina Barrera recogió y compartió en las redes.
Iniciado por Lorena Amaro, seguido de las respuestas de Lina Meruane, Claudia Apablaza, Patricia Cerda, y otras más, el debate es una muestra de la necesidad de revisar los mecanismos que hoy en día se dan para legitimar y difundir el trabajo de las escritoras y las formas como éstas tratan de liberarse de posiciones marginalizadas. Originado por otro tuit —en su implacable inmediatez y brevedad—, la periodista y escritora chilena Montserrat Mortorell, expone la constante queja que muchas escritoras tienen en contra de culturas hegemónicas que las aíslan: “Hay una generación de escritores para los cuales las narradoras no existimos”. Es Lorena Amaro, escritora y crítica literaria, quien contesta y sentencia que es más importante “preocuparse y preguntarse antes por lo que se escribe” que por ser más visibles.
Esto no queda ahí. La conversación continua en la revista en línea Palabra pública —de nuevo un recurso de visibilidad inmediata— con un artículo de Amaro, desde Chile, cuyo título invita al debate, “Cómo se construye una autora: algunas ideas para una discusión incómoda” (24 de agosto). Lina Meruano escritora, periodista, y docente acepta desde los Estados Unidos la invitación y publica, “Construirse colectivamente. Una reflexión en torno al artículo “Cómo se construye una autora” de Lorena Amaro” (28 agosto). El mismo día, aparece la respuesta de Amaro, “Discutir estéticas (en respuesta a las ideas que propone Lina Meruane)”. El 31 de agosto, se suma otra escritora y editora, Claudia Apablaza, con la colaboración, “Se llega a serlo”. Para extender este diálogo, el 3 de septiembre Patricia Cerda, escritora y doctora en historia escribe desde Alemania, “Sororidad versus fraternidad”.
Lo relevante de este debate es que, aunque si bien en estos días son comunes las conversaciones transnacionales gracias a las redes sociales, pocas veces se ve esta inmediatez y urgencia con las que una discusión de tuíter se transforma en un debate en forma de artículos publicados en una revista. Esto es una prueba de la importancia de la discusión, así como del poder e influencia que tienen los medios digitales para comunicar y dejar todo muy visible a merced del escrutinio público, es decir, lo que caracteriza al mundo contemporáneo.
A esa conversación quiero sumarme desde el lugar extraño e híbrido que ocupo como investigadora y promotora cultural. Lo hago por el compromiso que tengo con la obra de escritoras latinoamericanas de todos los tiempos, y del que da prueba el espacio de difusión digital que dirijo, Hablemos Escritoras Podcast. Desde hace más de tres años que empecé este proyecto hemos producido 154 podcasts y entrevistado a escritoras, traductoras, editoras y críticas de diversos lugares del mundo y distintas nacionalidades. El proyecto se ha vuelto neurálgico pues, por un lado, hemos conversado tanto con autoras consagradas como con jóvenes que apenas cuentan con un libro. Por el otro, nos hemos convertido en un medio al que recurren lectores y docentes de países en todos los continentes del mundo queriendo saber más de su trabajo. Nuestro gran privilegio es la posibilidad de escuchar a viva voz, la manera como estas escritoras de todas las edades y contextos articulan sus preocupaciones, afinidades y diferencias. Es decir, en cuanto a la literatura, estamos frente a un fascinante debate generacional.
La conversación iniciada en una fuente de social media y continuada en una revista digital nos muestra otras caras de este importante debate. Se está hablando de los medios y mecanismos para la difusión de las escritoras y su obra literaria; la definición y el sentido de la escritura y el concepto de “autoría”; la existencia y validez de la autopromoción en las redes sociales; la preocupación sobre la mercantilización de los géneros literarios; la falta de conocimiento de las escritoras que nos precedieron; el cambio neurálgico que se está dando en la literatura y en la crítica; la identificación de una sororidad que busca combatir una institucionalidad cultural; así como, la importancia de una reflexión crítica frente al feminismo literario.
Elaborar más sobre estas preocupaciones requeriría escribir un artículo más extenso o tal vez un libro, pero en esta intervención me gustaría ahondar en la reflexión sobre redes sociales y el concepto de autoría. A este respecto, Amaro habla de la idea de la “autora/marca”, tomando un término de Nattie Golubov, concepto asociado a la imagen de una autora, más que a la calidad literaria de la obra, e invita a abandonar estos “actos narcisistas”, “poses vacías” y “autopromoción” y concentrarse en producir obra de calidad. A esto, Meruane contesta que es difícil pensar que quienes hacen uso de las redes lo hacen como parte de una estrategia decidida por y para las autoras. Para ella, este fenómeno es la respuesta a un sistema de privilegios para unas y falta de oportunidades para otras, por lo que muchas escritoras, especialmente las emergentes, han tenido que buscar “estrategias, calculadas o causales, constructivas o destructivas” para hacerse notar en el campo literario, lo que contrasta con el “juego de autoayuda de los escritores para consagrarse mutuamente y excluir a las mujeres” como dice Cerda.
Así es, las redes sociales han abierto una conversación paralela a la que se daba tradicionalmente en el mundo literario y con ello la oportunidad del diálogo y de la conformación de grupos, colectivos y coaliciones en las que las autoras comparten y se ayudan mutuamente. Aunque, en su inmediatez, en su amplio espectro y carácter efímero que nos tomó a muchos por sorpresa, para las nuevas generaciones las redes sociales son producto de una evolución natural de una sociedad ávida por mostrarse al mundo. Beatriz Sarlo ya nos había hablado en los 1990s de las subculturas audiovisuales y el surgimiento de “neotribus”, y como inevitablemente marcarían las prácticas culturales. Con el surgimiento de Facebook (2003), Twitter (2006), e Instagram (2010), los tuit y posts se han convertido en las versiones contemporáneas de las cartas y telegramas que antaño se mandaban los escritores, con la diferencia que ahora la conversación puede estar a la vista de otros. El mensaje en ellos puede tener diversas intenciones, pero de una manera u otra manera están funcionando como medios para unir grupos de personas en una nueva definición de comunicación que ha cambiado de manera radical el significado de lo privado y de lo público.
Hoy en día un post de escritoras como Margo Glanz o de Diamela Eltit, da una sensación de diálogo y las convierte en seres reales y no en celebridades inalcanzables. Las imágenes de escritura colectiva que Vivian Abenshushan comparte en las redes son caja de resonancia para jóvenes escritoras. El trabajo sobre escritoras olvidadas que Socorro Venegas o Ave Barrera difunden en las redes es motivo de aplauso. Leer un comentario de Martha Batiz desde Canadá o de Fernanda García Lao desde Argentina, o un poema por Robin Myers desde México, nos acerca en la distancia. Sabemos por un tuit de la conferencia que vía Facebook darán Carmen Boullosa o Gabriela Cabezón Cámara. Alfabetizarnos en la Medusas de muchas cabezas, que conforman las redes, como Amaro lo dice citando a Carolina Gaínza, es vital para utilizarlas en nuestro beneficio, pero me parece difícil pensar que esto sustituya la calidad de la producción literaria.
Es un hecho que la obra debe anteceder al autor. También lo es que muchas veces su calidad no es garantía del reconocimiento que merece. La maquinaria que conforma la industria del libro, la expectativa del valor comercial, el aislamiento, son obstáculos con los que se encuentran las escritoras una y otra vez, especialmente cuando vienen de mercados acotados, en países o regiones en donde el apoyo y el reconocimiento es mínimo. Y es acá en donde en la extraña contradicción que para muchos pueden ser las redes, éstas se han convertido en una herramienta más que esta “modernidad cruel”, como diría Jean Franco, nos da. Por supuesto que ellas son también parte en la construcción de la idea del autor como espectáculo, como Rosa Beltrán lo ha llamado, siempre atado a un sistema de consumo y continua promoción. Y en la promoción del binomio obra-autor, estas contribuyen con su parte en este diálogo entre literatura y medios.
Mucho se ha escrito ya sobre “autopromoción”, “marca personal”, “perfil social”, e incluso sobre la explotación de social network, todos ellos conceptos relacionados con la identidad, la presión social, y la ansiedad que estos generan. Estudios como los de Mark Andrejevic han visto el importante vínculo que esto tiene al carácter, personalidad, historia personal, y contexto de cada participante, así como a su interés final, ya sea crear una imagen o ganar dinero. En el caso de las letras, es un hecho que muchas escritoras que ya son reconocidas hablan de sus logros y trabajo de manera continua en las redes, lo cual no demerita su obra de ninguna manera. Otras que apenas empiezan, lo hacen también. Y aquí yo preguntaría sino es que ¿todas nosotras, cada vez que tuiteamos nos autopromocionamos? ¿No es nuestra voz, nuestra letra, y una foto en nuestro perfil lo que ven y escuchan los que nos siguen? ¿No es que toda la conversación de la que es objeto este artículo traspasó fronteras gracias a la promoción que se dio en las redes? ¿No es que las revistas publican nuestras fotos junto a nuestros artículos y entonces, además de ideas somos imagen? ¿No es que estamos usando las redes porque son parte de nuestra contemporaneidad?
Pero en lo que se refiere a la literatura, las redes tienen sus propios filtros, inercias, censuras, juicios críticos, y los que asistimos a ellas sabemos que, como dice Meruane, las escritoras hacen muchas cosas más cuando dejan de tuitear o estar en Facebook, Instagram, o Tiktok. Y este es el punto al que quiero llegar: lo fascinante que puede ser para la crítica esta herramienta, ambigua y poderosa, al ser una gran oportunidad, no para decir, sino para escuchar; para ayudarnos a hacernos las preguntas necesarias para nuestra investigación; para repensar temas; para reconocer los grandes silencios y las ausencias injustas que se dan en el campo literario. Las redes nos permiten promover conversaciones para hablar tanto de poetas como narradoras, ensayistas, dramaturgas, pero también de guionistas, traductoras, periodistas, artistas, cineastas; para incluir y tener presente las escrituras trans, LGBTQ, y las que se producen en las lenguas originarias. Y si el feminismo literario se trata de inclusión, reconocimiento y apertura, ante mundos impuestos por una sociedad hegemónica, heteronormativa, y patriarcal, debemos, como Apablaza lo dice, no hablar de la “pugna de los feminismos” sino de “las diferencias dentro de sus discursos” para la reflexión desde otros “logos” porque “no estamos excluidas de la palabra, sino por la palabra”.
Y es aquí en donde resulta fundamental la invitación de Amaro y la conversación que estas escritoras abren proponiendo de distintas maneras que “el presente exige ser pensado”, que el reto para críticos, promotores, y editores, es caminar este presente y esta modernidad a un ritmo que nos permita sumarnos y sumar al lector, pero sin perder de vista que, posicionarse en un campo cultural que está en constante reordenamiento, requiere de una gran apertura y de una visión al futuro. Glorificar las redes sociales puede ser un gran error, por el golpe que ellas significan a la inseguridad, vanidad, comercialización, y polarización de los individuos, como lo dice el documental de Netflix The Social Dilema, pero su uso y acceso responsable a ellas puede ayudar a encontrar nuevas plumas y voces para ampliar un canon anquilosado, a la vez que a fomentar la lectura y el sentido crítico en las nuevas generaciones de lectores para que ellos sean el contrapeso a las inercias del mercado y hagan honor a quien honor merece.
Adriana Pacheco, PhD. investigadora y miembro International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y de Hablemos Escritoras Podcast. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI
http://palabrapublica.uchile.cl/2020/08/31/se-llega-a-serlo/
http://palabrapublica.uchile.cl/2020/09/03/sororidad-versus-fraternidad/
Posted: September 10, 2020 at 6:04 pm