Interview
MYRIAM MOSCONA: LA MUERTE DE LA LENGUA INGLESA

MYRIAM MOSCONA: LA MUERTE DE LA LENGUA INGLESA

Guadalupe Alonso Coratella

En su más reciente poemario, Myriam Moscona vuelve al tema de la muerte, esta vez con una búsqueda distinta. A través de una mirada lúdica, los textos reunidos en La muerte de la lengua inglesa (Almadía, 2020), parten de los últimos momentos en la vida de 27 poetas angloparlantes. Entre estos, Ernest Hemingway, William Carlos Williams, Emily Dickinson y Leonard Cohen. El desafío, en este caso fue cómo acercarse a un hecho doloroso con cierto humor. “Lo que no imaginé”, dice Moscona, “fue que ese sentido del humor se iba a ver pinchado por la presencia de esta larga pandemia donde la muerte ya no se puede ver como una calavera de azúcar sino que es un cementerio por el que uno va caminando día con día. Ahí el sentido del humor se acaba.” Si en un primer esbozo el proyecto se integró con autores de diversas lenguas, resultó que la inglesa predominaba, por lo que a el libro solo incluye a esas voces. Además, para Myriam, “la lengua inglesa, en especial la poesía estadounidense, es la tradición que más ha influido en la poesía mexicana. La hemos traducido profusamente, nos ha marcado frente a cierto tipo de retórica que hay en la poesía mexicana.”   

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El juego y el sentido del humor comienzan desde el título. ¿La lengua inglesa está agonizando?

Es una provocación, porque ni la lengua inglesa está cercada o en peligro de extinción, ni yo podría estar a favor de la muerte de ninguna lengua. Me he convertido en una activista en defensa de la diversidad de las lenguas. Cuando una lengua muere no se pierde nada más el hecho de decir esto o aquello, una lengua es toda una postura filosófica, una concepción única e irrepetible. Por otro lado, desde que tú y yo nacimos y hasta que estemos en otra dimensión, la lingua franca, la lengua del imperio, seguirá siendo la inglesa.

¿Cómo fue tu experiencia, qué reflexiones hiciste en el transcurso de la escritura?

Para hablar de la muerte había que hablar de la vida. Para hablar de la vida de un escritor, qué tienes si no su obra. No que la obra de los poetas sea necesariamente biográfica, aunque siempre hay salpicaduras. Me refiero a que en el momento de su muerte había una llave que al activarla me permitía entrar a ciertos aspectos de su vida. De esto va el libro, de trenzar, de conectar, de vincular vida, obra y muerte. Lo que me acerca a estos poetas es una propuesta estética, la de un William Carlos Williams, Robert Lowell, Anne Sexton o Emily Dickinson.

¿Hay una intención de reescribir a estos autores en tus propias palabras, un ánimo de encabalgarte en su propia respiración?

Hay una voluntad de imitación del timbre, del tono, de la puesta en página. Concretamente hay un poema de William Carlos Williams, por ejemplo, que está basado en algo que él teorizaba, una forma a la que llamaba el “pie variable”. En ese pie lo que quería era reproducir el habla coloquial que era parte de su estética. Al trabajar el poema de Williams, tengo delante un poema, Asfódelo que, entre otras cosas, según mi lectura, habla de la infidelidad, de la suya. El poema que escribí para este libro, se refiere a un Williams que se está dirigiendo a su mujer, su flossie, su enfermera, que se ocupa también de cubrirlo en su muerte. Entonces, hay distintas coberturas según cada poema.

El libro está atravesado por un poema dividido en cinco apartados, Anatomía clínica: la lengua inglesa, donde recurres a innumerables adjetivos para definirla. Una elección, por cierto, muy elaborada en cuanto al ritmo y la música.

Se trata de un poema unitario dividido en varias partes que cruzan el libro en diagonal, de un lado a otro. Tiene dos epígrafes, pero el más importante y que viene al caso comentar es el que dice “Cuidado con los adjetivos”. Yo, a ese cuidado le abro toda la regadera de los adjetivos posibles. Por otro lado, el poeta chileno Vicente Huidobro decía: el adjetivo que no da vida, mata. Y con toda razón, pero aquí hay una voluntad de pasarme del otro lado.

En este libro, como en otros, hay un afán de renovación, de ir hasta los límites del lenguaje, de tu propia poesía. Además del  humor y la ironía, hay un juego abierto con las formas del poema. ¿Cuál ha sido tu apuesta?

En general ha sido algo que va en contra de lo que privilegia la crítica literaria, es decir, el hecho de que a un autor se le reconozca por la voz, y yo digo: No, no quiero tener la misma voz siempre. Cedo el privilegio a los demás, no es algo que me interese buscar porque me aburre. Este es, tal vez, mi libro de poesía más narrativo, más conversacional, ahora estoy escribiendo otra cosa que tiene otro tono.

¿Qué te sorprendió en el camino?

Me encontré con muchas sorpresas, por ejemplo, cualquier lector de Hemingway sabe que era un macho alfa, siempre con su rifle, que decidió acabar con su vida. Lo que se sabe menos es que la madre de ese macho alfa solía vestirlo de niña en su infancia y quise imaginar qué significaría todo esto en la formación de el niño Ernest.  Las vidas son diversas, las muertes son diversas, todo está lleno de paradojas. El caso, por ejemplo, de Robert Lowell que murió en el asiento trasero de un taxi cuando iba a visitar a su ex en Nueva York. Me puse a pensar en el chofer, que lo único que tenía era el cadáver en el asiento trasero y una dirección. Tenía que ir a tocar un timbre para entregar el cadáver. Aquí lo paradójico es que Lowell quería escribir sobre su propia muerte, una tarea imposible. Fue algo que me movió.

La muerte de la lengua inglesa, cuenta con diseño e ilustraciones de Alejandro Magallanes. “Retratos”, comenta Myriam, “que se agregan a los otros retratos, un libro adentro de otro libro, un papel adentro de otro papel”.

¿Qué esperas del lector?

Hay quienes dicen que les ha quedado una enorme gana de volverse a acercar a esos autores. Si mi poema provoca eso, significa que funcionó este pequeño cerrojo por donde te puedes asomar a ver una escena de tal o cual escritor.


Posted: May 16, 2021 at 5:36 pm

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